lunes, 29 de agosto de 2011

Macedonio Fernández - Poemas



Layda

Adelaida - Beethoven — 1800

Poema a mente confusa de: Layda-yo — 1930

— Llamad, llamad ¿buscáis las palabras en Layda?

— Es que no sabemos las palabras por Layda,

las palabras que devuelven Layda.

— Llamad; ¡pero llamad!

La muerte nunca quiso ser creída.

Y se mostró en Layda para elocuencia de su afán de no ser creída.

Quien conoció a Layda y su boca siempre con palabras porque siempre Layda

tenía que decir a otro "Gusto de que tú vivas" —y esto era lo

que en todo lo que dijera se decía— no creerá más un morir de

ella ni uno propio.

¿Hay en lo Real una muerte de Layda?

Lo que es del modo del vivir-sentir, nunca pudo salir de su modo.

Lo muerto lo fue siempre y será, nunca pudo salir de su modo.

¿Pudo ignorarse que había Adelayda?

¿Pudo saberse un día: Layda ha muerto?

Hubo que creerlo ahora: Layda tenía muerte.

Oh, no: la hora es de no creer muerte en Layda.

Es que Layda era una en que Muerte puede hacerse comprender, es decir

hacerse por fin increer.

Mortales son sólo los que no tienen el latido de increer la muerte en Layda.

Sí, viniste para que ya la muerte no fuera creída.

Es mucho silencio; es el mayor silencio que se ha Dado.

Oh ¡Te has callado mucho, Layda!

Oh Muro, oh Silencio. ¡Tú en la Ribera sin otra, sin Eco de ribera!

Donde del paso último sólo la forma de un pie se lee.

Oh Layda nombrada en el eco de "lágrimas"

Layda Lovgan. Ah.










Elena Bellamuerte


No eres, Muerte, quien por misterio
pueda mi mente hacer pálida
cual eres ¡si he visto
posar en ti sin sombra el mirar de una niña!
De aquélla que te llamó a su partida
y partiendo sin ti, contigo me dejó
sin temer por mí. Quiso decirme
la que por ahínco de amor se hizo engañosa:
«Mírala bien a la llamada y dejada
obra de ella no llevo en mí alguna
ni enojela,
su cetro en mí no ha usado
su paso no me sigue
ni llevo su palor ni de sus ropas hilos
sino luz de mi primer día,
y las alzadas vestes
que madre midió en primavera
y en estío ya son cortas;
ni asido a mí llevo dolor
pues ¡mírame! que antes es gozo de niña
que al seguro y ternura
de mirada de madre juega
y por extremar juego y de amor certeza
—ve que así hago contigo y lo digo a tus lágrimas—
a sus ojos se oculta.
Segura
de su susto curar con pronta vuelta».
Si he visto cómo echaste
la caída de tu vuelo ¡tan frío!
a posarse al corazón de la amorosa
y cual lo alzaste al pronto
de tanta dulzura en cortesía
porque amor defendía
de muerte allí.

¡Oh! Elena, oh niña
por haber más amor ida
mi primer conocerte fue tardío
y como sólo de todo amor se aman
quienes jugaron antes de amar
y antes de hora de amor se miraron, niños
—y esto sabías, este grave saber
tu ardiente alma guardaba;
grave pensar de amor todo conoce—
así en tiernísimo
invento de pasión quisiste esta partida
porque en tan honda hora
mi mente torpe de varón niña te viera.
Fue tu partir así suave triunfando
como se aquieta ola que vuelve
de la ribera al seno vasto
cual si fuera la fría frente amada un hondo de mar.
En tu frente un fin de ola se durmió
por caricia y como en fantasía
de serte compañía
y de mostrar que allí
ausencia o Sueño pero no muerte había;
que no busca un morir
almohada en otra muerte
pero sí sueño en sueño;
niño se aduerme en madre.

Y te dormiste en inocente victoria.
¿Te dormiste? Palabras no lo dicen.
Fue sólo un dulce querer dormir
fue sólo un dulce querer partir
pero un ardiente querer atarse
pero un ardiente querer atarme.
¿Dónde te busco, alma afanosa,
alga ganosa, buscadora alma?
Por donde vaya mi seguimiento
—alma sin cansancio seguidora—
mi palabra ate alcance.
La que fue entendida
entendida en su irse
en ardiente intriga a un esperante.

Y si así no es ¡no cortes Hombre mi palabra!
Y si así no es, es porque es mucho más.

Criatura de porfía de amor
que al tiempo destejió
que llamó así su primer día,
se hizo obedecida a su porfía;
y se envolvió la frente
y embebió su cabeza
y prendió a sus cabellos
la luz de su primer sagrado día
dócil al sagrado capricho
de hora última de mujer
en el terrenal ejercicio.

Y me decía
su sonreír en hora tanta:
«Déjame jugar, sonreír. Es un instante
en que tu ser se azore.
Llévome de partida
tu comprenderme. Voyme entendida,
torpeza de amor de hombre ya no será de ti».

Niña y maestra de muerte
fingida en santo juego de un único, ardiente destino.
Fingimiento enloquecedor
que por palabra tuvo
lágrimas brotando.

Cual cae en seriedad y grave pulsa
pecho de doncella turbado
por cercanía de amor
y pónese en valentía y pensamiento
de la prueba fortísima
quedó aquél para sólo quien
fue entendida, oculta, y mostrárase de nuevo
la Amorosa.

Yo sabía muerte pero aquel partir no.
Muerte es beldad y me quedó aprendida
por juego de niña que a sonreída muerte
echó la cabeza inventora
por ingenios de amor mucho luchada.

¡Oh, qué juego de niña quisiste!
Niña del fingido morir
con más lágrimas visto que el más cierto.
Tanta lucha sudorosa hizo la abrumada cabeza
cuando la caíste a dormir tu «muerte»
en la almohada
—del Despertar Mañana—.
Ojos y alma tan dueños del mañana
que sin amargarse en lágrimas
todo lloro movieron.
Tanta certeza florecida en el ser de una niña
secos tuvo sus ojos. todo en torno lloraba.
Oh niña del Despertar Mañana
que en luz de su primer día se hizo oculta
con sumisión de Luz, Tiempo y Muerte
en enamorada diligencia
de servir al sacro fingimiento
del más hondo capricho en levísimo juego,
de último humano querer de la ya hoy no humana.

Muerte es Beldad.
Mas muerte entusiasta
partir sin muerte en luz de un primer día
es Divinidad.

Grave y gracioso artificio
de muerte sonreída.
¡Oh, cual juego de niña
lograste, Elena, niña vencedora!
a alturas de Dios fingidora
en hora última de mujer.

Mi ser perdido en cortesía
de gallardía tanta,
de alma a todo amor alzada.
¡Cuándo será que a todo amor alzado
servido su vivir, a su boca chocada y rota última copa
pruebe otra vez, la eterna Vez del alma
el mirar de quien hoy sólo el ser de Esperada tiene
cual sólo de Esperado tengo el ser!


viernes, 26 de agosto de 2011

Johnny Cash entrevistado por Larry King // Johnny Cash entrevistado por Tim Robbins




Johnny Cash:
"Soy la última persona que estaría enojada con Dios"


La histórica entrevista con Larry King en la CNN (2002)


Este, es un documento histórico. La transcripción de la entrevista efectuada a Johnny Cash por Larry King en Noviembre de 2002, donde Johnny Cash habla de todo: de su música, de su salud, de la música country, de su relación con otros artistas, de la cercanía de la muerte, de sus convicciones...






Entrevista a Johnny Cash

Emitido el 26 de noviembre 2002 en la CNN


LARRY: Es un gran placer dar la bienvenida a una visita que vuelve a Larry King Live, al maravilloso Johnny Cash. Su nuevo álbum, "The Man Comes Around" acaba de salir a la venta el 04 de noviembre, mientras hablamos al respecto en nuestra fiesta de Acción de Gracias. Y este año pasado hemos visto el lanzamiento de "The Essential Johnny Cash", una crónica de dos CD ´s de sus años de grabación con Sun, Colombia y Mercury y el último año también ha visto el lanzamiento de un complemento ampliado de cinco LP´s vintage de Johnny Cash que se difunden en CD. ¡Eres como una leyenda viviente!.

CASH: Bueno, hay una gran recopilación de mi trabajo que he puesto junto de todas las empresas que trabajé, ¿sabes? Todo el mundo está tratando de superar a la otra.

LARRY: ¿Cantaste con Sun?

CASH: Sí, yo estaba en Sun Records.

LARRY: ¿Cuando Presley estaba allí?

CASH: Sí, cuando Presley estaba allí.

LARRY: ¿Los dos cantaron para Sun Records?

CASH: Sí, claro.

LARRY: ¿Por qué no duró esa compañía?

CASH: Bueno, yo no lo sé. Era una cosa de dinero, supongo. RCA-Victor fue a Sam Phillips para comprar Elvis y lo compró. Y él fue el núcleo de todo este asunto en torno al rockabilly.

LARRY: ¿Te diste cuenta de su grandeza entonces?

CASH: Eso creo. Pienso que todo el que le vió actuar lo hizo, si

Larry: Si.







LARRY: Está bien, Johnny, en primer lugar, ¿cómo te va? ¿Cómo está tu salud?

CASH: Buena. Bien.

LARRY: Porque, ya sabes, tienes un aspecto de que te hubiera ocurrido algo. Explícamelo.

CASH: He tenido algunos momentos difíciles. He tenido neumonía en tres ocasiones en los últimos tres años... cuatro veces en los últimos tres años-. Y eso te debilita. Te quita las fuerzas. Debilitó mis piernas y... puedo caminar, pero no muy bien.

LARRY: ¿Es esta la neumonía relacionada con la neuropatía autonómica que tienes?.

CASH: Si, la neuropatía autonómica.

LARRY: ¿Qué es eso?

CASH: Bueno, según entiendo, es una especie de amortiguador de las células de las terminaciones nerviosas en las extremidades inferiores y, a veces las manos y otras extremidades.Y para mí eso es realmente lo único que más me afectó. No estoy seguro de que haya afectado a mi capacidad pulmonar pero no tengo la capacidad pulmonar que tenía. Pero, por supuesto, la neumonía quita eso también.

LARRY: Esta rama de la neumonía.... ¿Te produce neumonía debido a que tienes esa enfermedad? ¿Como descubriste esto?

CASH: Bueno, en 1993 estuve hospitalizado en estado de coma y estuve allí durante 12 días. Todos pensaron que me estaba muriendo y no podían diagnosticar lo que estaba mal en mi. Finalmente, elaboraron un diagnóstico de Síndrome Shydreger. Unos meses más tarde se dieron cuenta de que no lo tenía y que era Parkinson. Y eso no fue todo. Entonces finalmente resultó ser neuropatía autonómica.

LARRY: Por fin se supo.

CASH: Finalmente conlcuyeron eso. Y estoy bastante tranquilo por el hecho de que eso es lo que tengo. Es una ralentización de las terminaciones nerviosas.

LARRY: ¿No tiene cura?

CASH: No, yo no lo creo. Pero está bien. No hay cura para la vida tampoco. (Nota propia: ¡gran respuesta Johnny!)

LARRY: ¿Puedes cantar?

CASH: Bueno, tan bien como siempre creo.

LARRY: ¿Puedes? Quiero decir, ¿sales a cantar por ahí?

CASH: Si. Bueno, no voy a cantar. Ya no hago más conciertos, por la cuestión física de ir por ahí y hacer conciertos... y los aviones... y los automóviles... y los hoteles... y todo eso. Y el backstage es un sitio tan oscuro que tengo dificultades. Mi visión se ha complicado. Yo diría que ha disminuido probablemente el 60 por ciento a causa de la neuropatía. Y la diabetes.

LARRY: Pero usted puede grabar todavía.

CASH: Si. Todavía puedo grabar, sí. He estado en el estudio mucho. He volcado mis energías de la carretera al estudio y realmente me siento bien. Estoy disfrutando de verdad.






LARRY: ¿Estás amargado?

CASH: ¿Amargado? No.

LARRY: ¿Estás enojado? Eres un chico joven. Sólo 70 años.

CASH: No, no estoy amargado. ¿Por qué amargarse? Estoy encantado de la muerte con la vida. La vida es... la manera en que Dios me lo ha dado a mí sólo un plato.. una bandeja de oro de la vida asignada sólo para mí. Ha sido hermoso. He estado con ustedes muchas veces, Larry, y todo ha sido cuesta arriba todo el tiempo. ¿Te acuerdas?

LARRY: Sí.

CASH: Sí, las cosas han sido buenas. Y las cosas van a mejorar todos los tiempos.

LARRY: ¿Así que no tienes de qué arrepentirte?

CASH: No me lamento.

LARRY: ¿Y no se volverá contra Dios?, "¿Por qué Dios me hace esto a mí?".

CASH: Oh, no. No. Yo soy la última persona que estaría enojado con Dios.

LARRY: ¿No te acuerdas de nada de cuando estuvistes en coma?

CASH: Recuerdo voces en la sala. Recuerdo las cosas que decían. Y yo no podía responder a ellas, ya que yo estuve en coma durante bastante tiempo. En realidad, fuí tres veces con neumonía. Yo estuve en coma varias veces, con neumonía en tres ocasiones. Y varias veces he querido despertar y decirles, oí lo que dijisteis, ¿sabeis?. No me estoy muriendo...

LARRY: ¿Cómo es ese sentimiento?

CASH: ...No me estoy muriendo. Podía oír a la gente a mi alrededor hablando. Y después de un rato, ya sabes, la conversación, inevitablemente, tiene que girar en torno a la muerte, si él muere, esto o aquello, ¿sabes?

LARRY: ¡Oh, y estabas acostado oyendo todo?

CASH: ...Y estoy acostado oyendo eso, ¿sabes? Y oía hablar todo el tiempo de eso. He oído bastante todo eso.

LARRY: ¿Y no te podías mover?

CASH: Días y días y noches. Y no podía responder. No, no me podía mover, no.

LARRY: ¡Cuántas cosas, Johnny!.- La enfermedad, la neumonía, problemas que has tenido en los años 90, ¿puedo volver a tu adicción a las drogas, fue en los años 60?, ¿verdad?

CASH: No voy a echarle la culpa de mi enfermedad a eso en absoluto.

LARRY: ¿No?

CASH: En absoluto. La adicción a las drogas... no voy a culpar a este momento por mi adicción a las drogas, en absoluto. Y la gente dice, bueno, se metió droga en su organismo. Bueno, tal vez lo hice. Pero era por un buen propósito. Ellos deberían estar agradecidos de que lo diese todo en mi carrera, escribiendo... y grabando... y de gira.. y haciendo conciertos. En todos los sitios lo di todo y pensé que podría disfrutarlo. Pensé que la gente podría disfrutar de mí.

LARRY: Nunca te has detenido, ¿verdad?

CASH: Nunca he parado hasta 1993. No. Nunca.

LARRY: En los años 60 estabas enganchado a las drogas, ¿ cuales?

CASH: En los años 60, anfetaminas y barbitúricos.

LARRY: Las anfetaminas para mantenerse.

CASH: Uh-huh.

LARRY: Los barbitúricos para bajar después del subidón.

CASH: Así es.

LARRY: ¿Como era actuar bajo los efectos de drogas?

CASH: Bueno, por un tiempo estuvo bien. Por un tiempo estuvo bien. Por un tiempo, Larry, cuando tomé mis primeras dosis me decía, esto es lo que Dios quiere que tenga en este mundo. Esto fue inventado para mí, ¿sabes? Sinceramente, pensé que estas pildoras eran una bendición - un regalo de Dios. Hasta que me di cuenta de que me estaba engañando a mí mismo. Que se trataba de una de esas cosas que tienen una cara falsa, que es el diablo disfrazado que se ha presentado ante mi.

LARRY: Puedes hacer una buena canción de ello.

CASH: Probablemente ya se ha escrito, pero la escribiría.

LARRY: ¿Fue difícil liberarse de la droga?

CASH: ¿Deshacerse de las pastillas? Sí. Tomó -la primera vez que se rompió la adicción- 32 días. Y vivía en una casa que estaba sin terminar. La acababa de comprar. Esto fue justo antes de que June y yo nos casasemos.Y yo estaba viviendo en esta casa y June se mudó allí con su madre y su padre y otras personas se unieron en torno a mí y al comisionado de salud mental para el estado de Tennessee, que me había ofrecido su amistad. Y él dijo: Yo le ayudaré a salvar su vida si desea mantenerla. Y yo le dije, quiero conservarla. Así que él vino a mí todos los días a las 5 de la tarde cuando salía del trabajo. Venía todos los días para una sesión de asesoramiento. Durante 32 días. Sucedió una cosa divertida sobre el séptimo u octavo día. Tenía unas píldoras escondidas en el último rincón, ya sabes. Para que nadie supiera dónde estaban.

LARRY: Como medida de seguridad.

CASH: Sí, mi medida de seguridad, sí. Y un día en el quinto o sexto día que estaba por ahí, dijo, está bien, ¿cómo estás? Ya he dicho, simplemente genial. Él dijo, no, no lo estás. Estás mintiendo. Yo dije, OK. Él dijo, ¿dónde están? ¿Quieres que las tiremos por el WC o quieres que me vaya y continuar haciéndolo? Le dije: voy a tirarlas. Así que lo hice. Las tiré.

LARRY: ¿Y quedaste limpio?

CASH: Estuve limpio, sí. Durante 32 días.

LARRY: Más de la saga sobre Johnny Cash, una auténtica leyenda americana, que sigue, manteniéndose en marcha.

(PAUSA)





LARRY: Ya estamos de vuelta con el increíble Johnny Cash. Que sigue, como hemos dicho, manteniendose en marcha. Y en las notas interiores del álbum "The Essential Johnny Cash," Bono de U2 dice de Cash que es la mayor voz masculina de la cristiandad. Todo hombre sabe que cualquiera es un blando comparado con Johnny Cash. Bien dicho.¿Cómo te hace sentir eso?

CASH: Eso me pone en un aprieto. Sentado acá delante de ti.

LARRY: ¿Dónde empezaste?

CASH: ¿Que dónde empecé? Memphis. Memphis, 1955.

LARRY: ¿Cuál fue tu primer éxito?

CASH: 'Cry, Cry, Cry'.

LARRY: Un éxito country, ¿verdad?

CASH: Bueno, 'Folsom Prison Blues' fue mi próximo disco. Fue el primer gran hit country.

LARRY: ¿Cómo se llega a entretener a los presos? ¿Cómo comenzastes?

CASH: Bueno, los presos en Huntsville, Texas State Prison, había oído 'Folsom Prison Blues'.

LARRY: Que fue grabado en un estudio.

CASH: Correcto, un estudio de grabación. Y esto fue en 1956, cuando recibí la invitación para hacer un concierto en Huntsville, Texas. Así, el Tennessee Two y yo, Grant Marshall y Perkins Luther y yo fuimos a Huntsville, Texas, y tocamos en el centro de la arena del rodeo. Ellos hacen este gran rodeo cada año.

LARRY: Famoso rodeo. Rodeo en la prisión.

CASH: Bueno, justo antes del rodeo me tuvieron como una atracción especial. Y yo estaba ahí fuera, supuestamente para cantar 'Folsom Prison Blues'. Bueno, lo hicimos 'Folsom Prison Blues' y empezó a llover, y la tormenta era enorme. Estábamos justo en medio de la canción y el amplificador se quemó. Y no tenía amplificación, ninguna en absoluto. Allí estaba rodeado de truenos y relámpagos. A los hombres les habían dicho que no dejasen sus asientos pero se levantaron todos. Todos lo hicieron. Caminaron bajo la lluvia para acercarse lo suficiente para oírme cantar sin el amplificador. Y canté esa canción, y me pidieron que la cantase una y otra vez.

LARRY: ¿Bajo la lluvia?

CASH: Bajo la lluvia. Todos nos pusimos empapados, pero nos lo pasamos muy bien. Después de eso, Larry, recibí una petición de San Quintín, se corrió la voz en las prisiones de que yo era uno de ellos, supongo. Así que la historia llegó hasta San Quintín, y como tenían una fiesta de Año Nuevo cada año, me invitaron a actuar. Así que empecé a hacerlo y continué durante unos cinco años.

LARRY: ¿Estuviste preso?

CASH: En realidad no.

LARRY: ¿Sintió afinidad?

CASH: Bueno, sólo en mi mente y en las canciones que cantaba.

LARRY: Es obvio que la sentías, estabas escribiendo acerca de ellos, ¿verdad? Obviamente tuvistes algún contacto con estos hombres? ¿Qué crees que fue?

CASH: Bueno, como me metí en la droga en los años 60, sí, empecé a tener mucho contacto con los hombres de la parte sórdida de la vida. Cuando me metí en la adicción a las drogas.

LARRY: ¿Así que podría identificarse con ellos? Había tipos allí por las drogas...

CASH: Sí, cuando acabas en la cárcel varias veces, y te golpeas la cabeza un par de veces y te golpean las manos con una porra por tenerlas en los barrotes piensas como ellos, supongo.

LARRY: ¿Te endurecieron?

CASH: No, no me endurecieron. No, en absoluto. Creo que me ablandé Creo que , realmente, me ablandó. Realmente lo creo. Recuerdo la última vez que estuve en la cárcel antes de cuando te dije, ya sabes, cuando el comisionado de salud mental fue por casa todos los días. Llegué a casa buscando ayuda. Pero llegué a casa después de estar en la cárcel en Georgia, en una pequeña cárcel del condado. Y el carcelero me atrapó y me puso en la cárcel. Yo no supe qué paso hasta que desperté a la mañana siguiente y ahí estaba en la cárcel. Comencé a golpear los barrotes, pateando la puerta de la celda, esto y aquello, para llamar la atención. Bajó, me levantó y me tiró mi dinero y mis llaves del coche y mis pastillas en el mostrador. Y dijo, llévese todo. Siga tomando las pastillas, siga adelante y mátese a si mismo si quiere. Dijo, es su dios quien le ha dado derecho a hacerlo si quiere hacerlo. Él dijo, yo hice lo mejor que pude hacerlo. Le he traído para salvarle la vida, pero ahora siga adelante y mátese o cuidese. Acabé de meterme las cosas en el bolsillo y me fuí. Y decidí... oh, dijo, también, dijo, mi esposa es una gran fan suya y me dijo, cuando me fui a casa anoche y cuando le dije que tenía de Johnny Cash en mi cárcel, ella lloró toda la noche. Y añadió: "No quiero verle más. Así que salga de aquí".

LARRY: ¿Qué hicistes?

CASH: Bien, esa clase de... sabes, me hundió para elevarme.

LARRY: Con todas las cosas que te han pasado, debe haber sido duro. ¿Y yo qué hago aquí?

CASH: Si, eso, qué haces ahí pasmado.

LARRY: Johnny Cash es nuestro invitado. El hombre que nunca huye. Nuevos álbumes, noticias y una de las grandes figuras de la historia de la música americana. Volveremos.

(PAUSA)






LARRY: Johnny Cash fue presentado por el presidente George W. Bush en una ceremonia en la Sala Constitucional en abril con la Medalla Nacional de las Artes. Ha ganado todos los premios importantes que se puede ganar en la música. Es una institución estadounidense. ¿Cuándo supiste que querías cantar?

CASH: Supe que quería cantar cuando era un niño, muy pequeño. Cuando tenía probablemente 4 años de edad. Mi madre tocaba la guitarra y me sentaba con ella y ella cantaba y aprendí a cantar junto con ella.

LARRY: ¿Cómo describirías tu voz?

CASH: No sé, Larry.

LARRY: Quiero decir ¿Eres un bajo?

CASH: No, yo no soy un bajo. Yo no me oigo como todo el mundo lo hace. Lo siento. Pensé que no lo hacen. No oigo... No oigo una voz bien fuerte. Supongo que me acuerdo mucho de la neumonía. No sé. Yo sólo, pero mi voz... tengo que trabajar realmente en mi voz, en la voz de mis discos para hacerlo bien. Me quedo sin aire. Me quedo sin aliento. Pierdo el punto...

LARRY: ¿Así que tienes que trabajar sobre ella mucho?

CASH: Si. Bastante. Bastante. Tal vez no más que una persona normal, pero para mí mucho, nunca tuve que hacerlo tanto.

LARRY: ¿Todavía disfrutas cantando?

CASH: Me encanta. Me encanta.

LARRY: ¿Y eso?

CASH: Me encanta ir al estudio y permanecer allí 10 o 12 horas al día. Me encanta. ¿Qué es? No sé. Es la vida.

LARRY: Me refiero a que con neumonía debe ser doloroso. Puede doler, ¿verdad?

CASH: Sí, pero pasó, ahora no tengo neumonía Así que no me duele ahora trabajar tanto tiempo.

LARRY: ¿Echas de menos al público?

CASH: Echo de menos al público. Echo de menos al público. Pero veo a muchas personas. ¿Sabes dónde veo a mucha gente? Con June, al ir de compras, mucho.

LARRY: ¿A centros omerciales?

CASH: En los centros comerciales. En los centros comerciales. Nos encanta ir a centros comerciales. Y algunas de los centros, los grandes, tienen estos pequeños coches eléctricos, como sillas de ruedas eléctricas.

LARRY: ¿Los montas?

CASH: Soy un peligro en una de esas cosas. Sí. Vamos a estos centros, salto sobre uno, y sigo a June todo el día. Me encanta ir de compras.

LARRY: ¿Dónde está tu casa?, ¿Nashville?

CASH: Cerca de Nashville. Hendersonville.

LARRY: ¿Por qué el negro? ¿Por qué siempre vistes de negro?

CASH: Usted sabe, yo escribí una canción (The man in black) sobre la razón por la que visto de negro, pero quizás no es exactamente la misma. Me visto de negro porque me siento cómodo asi Pero entonces, en el verano cuando hace calor me siento cómodo en celeste.

LARRY: Creo que jamás te he visto en azul claro. ¿Alguna vez has grabado o has hecho un concierto en azul claro?

CASH: No. Nunca dí un concierto excepto en negro.

LARRY: ¿Toda tu ropa es negra?

CASH: Si entras en mi armario de ropa está oscuro. Está muy oscuro.

LARRY: ¿Cuántos discos has vendido?

CASH: No sé.

LARRY: "No lo sé". ¿El hit mayor?

CASH: 'I Walk The Line'. 'I Walk The Line'. Fue un éxito en tres ocasiones.

LARRY: Háblame de la historia de esa canción.

CASH: 'I Walk The Line'. Dejame pensar…. ¿Cuando surgió la idea? Oh. Tenía una grabadora pequeña. Tuve un Wilcox Gay Recorder, un magnetófon de cinta abierta, en la Fuerza Aérea, en 1952. Estaba con la guitarra, estaba grabando y tocaba ritmicamente do-do-do-do. Se acabó la cinta y revobiné. Y entonces la reproducí y había un sh-sh-sh-sh, una especie de zumbido, que finalmente incorporé al disco.

Pero yo no sabía dónde provenía ese sonido cuando la toqué. Cuando incorporé ese sonido... cuando llegué a casa, cuando estaba en casa tras la Fuerza Aérea, estaba en la carretera y ese sonido me perseguía de nuevo. Y entonces... pero llegó la línea "porque eres mía, camino por la línea." ("because you're mine, I walk the line"). Seguía viniendo a mí, ¿sabes? Pero yo era... yo era jóven y no llevaba casado por mucho tiempo. Sí, seguía viniendo a mí. Porque eres mía, camino por la línea. Y luego, naturalmente, sólo las palabras fluyeron. Era una canción fácil de escribir.

LARRY: ¿Qué tal 'A Boy Named Sue'?

CASH: Esa fue una canción de Shel Silverstein.

LARRY: Esa canción hace reir a todo el mundo cada vez que la canta, ¿verdad?

CASH: Así es. Sí.

LARRY: ¿Te gustó de inmediato?

CASH: Inmediatamente.

LARRY: ¿Alguien más alguna vez la grabó?

CASH: Nadie que yo sepa. Nadie que yo sepa. Hay una cosa sobre esa canción. La grabé en vivo en San Quintín en 1969.

LARRY: Recuerdo el álbum.

CASH: La noche anterior me fui de casa en Hendersonville para ir a California para hacer ese concierto, para hacer ese disco, tuvimos una fiesta en nuestra casa... June organizó una fiesta para el elenco de nuestro programa de televisión. Y en la fiesta estaban cantando estas canciones, todas las canciones por primera vez; Bob Dylan cantó 'Lay Lady Late At Night', Kris Kristofferson cantó "Me and Bobby McGee', Shel Silverstein cantó 'A Boy Named Sue', Graham Nash cantó 'Marrakesh Express', Joni Mitchell interpretó 'Both Sides Now'. Todos estos temas fueron cantados por primera vez en la fiesta en mi casa esa noche.

Salíamos al día siguiente para ir a California y June dijo: "llévate la letra de "A Boy Named Sue" a California. Querrás cantarla en San Quintín". Le dije que no tenía tiempo para aprender esa canción antes del show. Y ella dijo: "Bien, cantala de todos modos". Así que lo hice. Tomé la letra de "A Boy Named Sue". Sólo la leí por primera vez - cantándola la primera vez, pero no sabía la letra de la misma. Así que de mala gana la puse en mi maletín y la llevé a California. Y salimos a hacer el show. Como último recurso, saqué las letras y las puse sobre el atril, y cuando llegó el momento que pensé que era lo bastante valiente, e hice esa canción.






LARRY: ¿Y esa multitud se volvió loca?.

CASH: Sí, ellos se volvieron locos.

LARRY: Estás muy involucrado en el patriotismo, cantaste un montón de canciones patrióticas, te involucras en tu país mucho. ¿Dónde estabas el 9 / 11? ( Nota: Se refiere a 2001, las bombas a las Torres Gemelas)

CASH: Yo estuve en mi finca en el centro del estado de Tennessee, en una finca de 107 acres, viendo la televisión.

LARRY: ¿Recuerda sus primeros pensamientos?

CASH: Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Pensé en... Ya sabes, "Es una invasión". Me sentí como si fuera una invasión de la guerra, y eso me asustó. Realmente me asustó. Se acabó. Pensé, ha llegado al fin.

LARRY: ¿La gente te pide que haga shows, desde el momento en sólo grabas discos? , ¿te han pedido que hagas conciertos y especiales?

CASH: Bueno, no lo sé. Creo que tuve un par de peticiones, pero no he considerado nada seriamente.

LARRY: ¿Dado que no podía hacerlo?

CASH: Así es.

LARRY: Willie Nelson hizo algunos.

CASH: Creo que sí. Creo que Willie hizo algunos, sí. Muchos chicos lo han hecho.

LARRY: Hablemos de tus contemporáneos. Waylon Jennings murió en febrero tras luchar contra la diabetes, tenía parte de un pie amputado. Usted compartió con él un apartamento en los años 60. ¿Qué se siente al perderlo?

CASH: Perder a Waylon fue difícil. Estuvimos muy cerca. Éramos muy buenos amigos.

LARRY: ¿Fueron pobres juntos?

CASH: Bueno, en realidad no, no. Yo no era pobre. Cuando compartimos el apartamento juntos, yo no era pobre. Yo me podría haber permitido un apartamento mejor. Podría haber tenido mi propio apartamento, sin tener que compartirlo con Waylon, pero pensé que sería divertido. Como resultó ser, pero nos alejamos el uno del otro después de unas pocas semanas en ese apartamento. Realmente no funcionó, por ambas partes. Compartimos la caída y el golpe que supusieron la drogas, compartimos esta cosa. Y también, compartimos este lugar para que June nos hiciera de desayunar. Ella venía y nos hacía jamón casero o galletas o salsa para desayuno o su madre, Mother Maybelle Carter, que venía y nos hacía el desayuno para tratar de mantenernos con vida, ya sabes, mantener nuestros huesos juntos por un tiempo.

LARRY: ¿Es más fácil cantar country? ¿cuál es la razón?

CASH: Bueno, estamos en nuestros patios. Montamos en nuestros automóviles. Vamos a las tiendas. Supongo que conozco a mucha gente cuando voy de compras.

LARRY: ¿Pero no tienes guardaespaldas? ¿No tiene 40 guardianes -a la altura de tu fama-, no tienes 13 personas para guiarte a través de una habitación?

CASH: No, nunca. No. No. Nunca he tenido a la gente diciendo "atentos, que viene el señor Cash, atentos". Nunca he necesitado tener eso.

LARRY: ¿Qué hay de la música country en sí? Es el formato de radio más popular.

CASH: Parece ser. Parece ser la más popular.

LARRY: ¿Por qué nos gusta?

CASH: Bueno, yo no sé por qué nos gusta algo. Parte de ella no creo que nos guste.

LARRY: Buena respuesta, Johnny. Generalmente es parte de la nomenclatura.

CASH: Usted está tratando de meterme en problemas ahora….

LARRY: No, es parte de la nomenclatura en América.

CASH: Sí, sí lo es. Creo que hay más estaciones de country que de otras estaciones de música.

LARRY: Con muchos éxitos country crossover.

CASH: Creo que habla a nuestros sentimientos fundamentales básicos, ya sabes. De emociones, de amor, de la ruptura, del amor y el odio y la muerte y el morir, de mamá, del pastel de manzana, y todo eso. Cubre una gran cantidad de territorio, la música country lo hace.

LARRY: ¿Y cantar country es divertido?

CASH: Lo es.

LARRY: ¿No es demasiado triste? Cuenta una historia.

CASH: Hay divertidas como 'A Boy Named Sue', y tristes, como 'Give My Love a Rose'.






LARRY: ¿Escribes la mayoría de las canciones que haces?

CASH: No. En esTe álbum, escribí cinco de las 15 de esas canciones.

LARRY: ¿Tienes la música siempre en tu cabeza?

CASH: Siempre. Siempre. Siempre hay ritmo fluyendo por mi mente.

LARRY: Entonces, ¿estás literalmente, en este sentido, escribiendo canciones todo el tiempo?

CASH: O bien las estoy cantando, June le dirá, o bien las canto, o tengo el ritmo saliendo de mi o estoy escribiendo una canción.

LARRY: ¿Alguna vez creyó tener una canción que pensaba que iba a ser fenomenal, y no lo hizo?

CASH: Exactamente.

LARRY: ¿Cuál? En lugar de eso voy a pedir a la inversa, también.

CASH: Si. Se llama 'Red Velvet'. Creo que fue un éxito de Ann Tyson.

LARRY: ¿La escribistes?

CASH: No, yo no la escribí. Pero cuando la grabé, pensé, esto es todo. Éste es la que he estado buscando. Nadie la quería. Nadie la pidió. Todo el mundo la odiaba.

LARRY: ¿La odió? Porque recuerdo 'Blue Velvet', Tony Bennett tuvo un gran éxito, 'Blue Velvet'. ¿Recuerdas alguna línea de 'Red Velvet'?.

CASH: "Four months guy in April she came down, and the dusty autumn winds began to blow. Should have known I couldn't hold her livin' out so far from town, and the nights to come are cold and slow to go. If I had known before we kissed, you can't keep Red Velvet on a poor dirt farm like this now she's up -- any time you can stop me. "






LARRY: Pensastes que no podías fallar. Está bien. Ahora, ¿cual te sorprendió?. ¿Qué canción te sorprendió para bien sin esperarlo?

CASH: 'I Walk The Line'. La tuve en mi cabeza mucho tiempo, yo no creía que fuera tan buena canción. Simplemente creí que a nadie le gustaría. No me gustaban los arreglos. No me gustó el sonido que había en el disco. La primera vez que lo escuché en la radio estaba de gira por Florida. Llamé a Stan Phillips y le dije, "por favor no hagas más copias. Por favor, no envies más a las estaciones de radio".

LARRY: ¿En serio?

CASH: Eso hice. Le rogué que no lo hiciera. Dije, no envies 'I Walk The Line' a las estaciones de radio. No quiero oírlo más. Él me dijo: "Tendrás que mantener el radio apagado, porque la ponen en todos los sitios". Y él dijo, "vamos a darle una oportunidad. Vamos a darle una oportunidad y ver qué pasa". Bueno, lo que pasó es que en una semana o dos fue directo al número uno.

LARRY: ¿Las estrellas country cantan con estrellas country?.

CASH: Nosotros si.

LARRY: En cambio, las estrellas pop rara vez comparten escenario con similares. ¿Por qué? Quiero decir, todas las estrellas country han grabado con estrellas country.

CASH: Eso es otra cosa que identifica a la música country. La música country es una hermandad. Y compartimos la música, las canciones, los sentimientos y las emociones. Lo hacemos y lloramos delante del otro, si queremos.

LARRY: ¿También se dan ánimo mutuamente?

CASH: Sí, lo hacemos.

LARRY: A diferencia de otros negocios en el mundo del espectáculo, ¿desea que a otros artistas les vaya bien?

CASH: Sí, lo creo. Sí, lo hacemos. Queremos ver a nuestros amigos triunfar.

LARRY: ¿Y usted es feliz cuando consiguen un gran éxito?

CASH: Si.

LARRY: ¿Así que no hay celos en la industria de la música country?

CASH: Yo no diría que no hay celos. Yo no podría decir eso, pero ...

LARRY: La gente que lo hace se sienten segura en la música country, ¿verdad?

CASH: Creo que sí. Las personas que lo hacen se sienten seguros.

LARRY: ¿Tiene un favorito?

CASH: La tengo, tengo una favorita. Mi artista femenina favorita es Emmylou Harris. Mi artista masculino favorito sería Dwight Yoakam.

LARRY: Buen actor, también.

CASH: ¿No es genial?

LARRY: Es sensacional. Puede cantar. Es un auténtico cowboy.

CASH: Es fantástico.

LARRY: ¿Es su amigo?

CASH: Sí, somos amigos.

LARRY: Johnny ¿tienes la esperanza de que alguna vez esta enfermedad, lo que sea, pueda desaparecer? ¿Alguien la puede curar? Estarás fuera en el escenario otra vez.

CASH: ¿No sería agradable? Sí, eso estaría bien si no sólo podrían curar esta enfermedad, pero revertirla. No sólo eso, sino también el glaucoma.

LARRY: ¿Qué ves cuando ves ahora? Has dicho que sólo tenías un 40 por ciento de visión.

CASH: Lo que veo es, que te veo, pero es que hay mucha niebla entre tú y yo. Mucha niebla.

LARRY: Esa cosa en el lado de la cara, ¿es una cicatriz? (Se refiere a la pequeña cavidad que Johnny tiene en la parte inferior derecha de su rostro)

CASH: Si.

LARRY: ¿Eso es de hace mucho tiempo?

CASH: Sí, es de las Fuerzas Aéreas.

LARRY: ¿Qué pasó?

CASH: Es un agujero de bala.

LARRY: No!!

CASH: No, no lo es…






LARRY: ¿De dónde provienen de esa cicatriz?

CASH: Me extirparon un quiste cuando estuve en las Fuerzas Aéreas.

LARRY: ¿Tan simple como eso? ¿No hay una gran historia? ¿Nadie le disparó?

CASH: Eso es todo.

LARRY: ¿Fue un héroe en las Fuerzas Aéreas?

CASH: No. Yo estaba en Servicio de Seguridad de las Fuerzas Aéreas. Yo era un operador de radio de alta velocidad de intercepción. Interceptaba el código Morse de Rusia.

LARRY: ¿En la Guerra de Corea?

CASH: Si.

LARRY: Bastante bien. ¿Solía usted cantar en el servicio?

CASH: Si.

LARRY: ¿Tuvistes un programa de televisión que fue un éxito durante un par de años?, ¿no?

CASH: No, no, cuando yo estaba en el servicio.

LARRY: Quiero decir, cuando salistes del servicio. Me fui adelante en el tiempo…

CASH: Sí, lo hice. Tuve un programa de televisión muy exitoso.

LARRY: ¿Por qué dejó de hacerlo?

CASH: ¿El show de ABC? Oh, yo no lo dejé. Ellos me dejaron...

LARRY: Estuvo bien, y lo reponen en la televisión.

CASH: Lo reponen en la televisión, sí.

LARRY: Muy bien, Johnny. ¿A dónde vamos desde aquí? ¿Mira, te dices a ti mismo, estoy buscando un futuro? Estoy fastidiado por esta enfermedad, ¿voy a seguir grabando? Voy a aguantar, voy a... ¿qué te fijas para el mañana?

CASH: Bueno, Larry, puedes preguntarle a la gente a mi alrededor. No me doy por vencido. No me doy por vencido. Y no es por frustración y desesperación por lo que te digo que no me doy por vencido. No me doy por vencido porque no me doy por vencido. No creo en rendirme.

Es como decía mi padre, cuando vayas a los campos de algodón, si se supone que dan los hombres 10 horas por $ 5 al día, dales 10 horas y media. Sigo tratando de hacer eso, ¿sabes? Cuando mi sesión se supone que es de tres horas, voy a tratar de hacer cuatro o cinco horas. Yo trabajo porque me encanta mi trabajo. Mientras yo pueda trabajar, voy a trabajar.

LARRY: Hábleme de "The Man Comes Around". (El tema principal de American IV que salía a la venta por ese entonces)

CASH: "The Man Comes Around" es una canción que escribí, es mi canción del apocalipsis, y tuve la idea de un sueño que tuve: soñé que veía a la reina Isabel. Soñé que entraba al Palacio de Buckingham, y allí se quedó sentada en el suelo.Y ella me miró y dijo: Johnny Cash, eres como un espino en un torbellino. Y me desperté, por supuesto, y pensé, ¿qué puede significar este sueño? ¿Espino en un torbellino? Bueno, me olvidé del asunto durante dos o tres años, pero el sueño seguía persiguiéndome. Me quedé pensando en él, fue muy vívido, y entonces pensé, quizás es bíblico. Así que lo encontré. Algo sobre remolinos y los espinos en la Biblia. Así que a partir de eso, comenzó mi canción... (Cash está haciendo referencia a la letra del tema)

LARRY: ¿Y como han titulado el álbum?

CASH: "The Man Comes Around". Sí.

LARRY: ¿Cuántas canciones has cantado, Johnny?

CASH: No lo sé, Larry.

LARRY: ¿Las tienes en casa?

CASH: Si, problamente las tengo. Probablemente las tengo todas.

LARRY: Tengo otra canción por la que preguntarte, 'The Burning Ring of Fire'.

CASH: "Ring of Fire".

LARRY: ¿De dónde viene?

CASH: Está escrita por June Carter.

LARRY: Que está sentada justo ahí mismo.

CASH: June Carter y Merle Kilgore. Ellos escribieron esa canción para mi.

LARRY: Te tiene que gustar.

CASH: Cuando la escuché, dije, ese soy yo en una canción.

LARRY: ¿No intentastes parar ese disco?

CASH: No, no lo hice. No, no tenía intención de parar ese disco.

LARRY: Siempre es un gran placer tenerte, Johnny.

CASH: Gracias, Larry.

LARRY: Cuídate.

CASH: Gracias.

LARRY: Johnny Cash, "The Man Comes Around" ya está a la venta. La publicación de "The Essential Johnny Cash," un CD doble crónica de los años de grabación con Sun, Columbia y Mercury ya está a la venta. También tenemos la reedición de ediciones con extras de 5 LP´S vintage de Johnny Cash. Gracias, Johnny, gracias por esta velada maravillosa. Gracias por estar con nosotros.











Tim Robbins entrevista a Johnny Cash







miércoles, 17 de agosto de 2011

Edgar Allan Poe: Cuentos




El corazón delator


¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!



FIN


Traducción de Julio Cortázar







La máscara de la muerte roja


La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.

Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.

A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.

Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.

Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.

Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.

Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!

Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.

Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.

Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.



Traducción de Julio Cortázar









El poder de las palabras


Oinos.-Perdona, Agathos, la flaqueza de un espíritu al que acaban de brotarle las alas de la inmortalidad.

Agathos.-Nada has dicho, Oinos mío, que requiera ser perdonado. Ni siquiera aquí el conocimiento es cosa de intuición. En cuanto a la sabiduría, pide sin reserva a los ángeles que te sea concedida.

Oinos. -Pero yo imaginé que en esta existencia todo me sería dado a conocer al mismo tiempo, y que alcanzaría así la felicidad por conocerlo todo.

Agathos.-¡Ah, la felicidad no está en el conocimiento, sino en su adquisición! La beatitud eterna consiste en saber más y más; pero saberlo todo sería la maldición de un demonio.

Oinos.-El Altísimo, ¿no lo sabe todo?

Agathos.-Eso (puesto que es el Muy Bienaventurado) debe ser aún la única cosa desconocida hasta para Él.

Oinos. -Sin embargo, puesto que nuestro saber aumenta de hora en hora, ¿no llegarán por fin a ser conocidas todas las cosas?

Agathos.-¡Contempla las distancias abismales! Trata de hacer llegar tu mirada a la múltiple perspectiva de las estrellas, mientras erramos lentamente entre ellas... ¡Más allá, siempre más allá! Aun la visión espiritual, ¿no se ve detenida por las continuas paredes de oro del universo, las paredes constituidas por las miríadas de esos resplandecientes cuerpos que el mero número parece amalgamar en una unidad?

Oinos.-Claramente percibo que la infinitud de la materia no es un sueño.

Agathos.-No hay sueños en el Aidenn[7], pero se susurra aquí que la única finalidad de esta infinitud de materia es la de proporcionar infinitas fuentes donde el alma pueda calmar la sed de saber que jamás se agotará en ella, ya que agotarla sería extinguir el alma misma. Interrógame, pues, Oinos mío, libremente y sin temor. ¡Ven!, dejaremos a nuestra izquierda la intensa armonía de las Pléyades, lanzándonos más allá del trono a las estrelladas praderas allende Orión, donde, en lugar de violetas, pensamientos y trinitarias, hallaremos macizos de soles triples y tricolores.

Oinos.-Y ahora, Agathos, mientras avanzamos, instrúyeme. ¡Háblame con los acentos familiares de la tierra! No he comprendido lo que acabas de insinuar sobre los modos o los procedimientos de aquello que, mientras éramos mortales, estábamos habituados a llamar Creación. ¿Quieres decir que el Creador no es Dios?

Agathos. -Quiero decir que la Deidad no crea.

Oinos.-¡Explícate!

Agathos.-Solamente creó en el comienzo. Las aparentes criaturas que en el universo surgen ahora perpetuamente a la existencia sólo pueden ser consideradas como el resultado mediato o indirecto, no como el resultado directo o inmediato del poder creador divino.

Oinos. -Entre los hombres, Agathos mío, esta idea sería considerada altamente herética.

Agathos. -Entre los ángeles, Oinos mío, se sabe que es sencillamente la verdad.

Oinos.-Alcanzo a comprenderte hasta este punto: que ciertas operaciones de lo que denominamos Naturaleza o leyes naturales darán lugar, bajo ciertas condiciones, a aquello que tiene todas las apariencias de creación. Muy poco antes de la destrucción final de la tierra recuerdo que se habían efectuado afortunados experimentos, que algunos filósofos denominaron torpemente creación de animálculos.

Agathos.-Los casos de que hablas fueron ejemplos de creación secundaria, de la única especie de creación que hubo jamás desde que la primera palabra dio existencia a la primera ley.

Oinos.-Los mundos estrellados que surgen hora a hora en los cielos, procedentes de los abismos del no ser, ¿no son, Agathos, la obra inmediata de la mano del Rey?

Agathos-Permíteme, Oinos, que trate de llevarte paso a paso a la concepción a que aludo. Bien sabes que, así como ningún pensamiento perece, todo acto determina infinitos resultados. Movíamos las manos, por ejemplo, cuando éramos moradores de la tierra, y al hacerlo hacíamos vibrar la atmósfera que las rodeaba. La vibración se extendía indefinidamente hasta impulsar cada partícula del aire de la tierra, que desde entonces y para siempre era animado por aquel único movimiento de la mano. Los matemáticos de nuestro globo conocían bien este hecho. Sometieron a cálculos exactos los efectos producidos por el fluido por impulsos especiales, hasta que les fue fácil determinar en qué preciso período un impulso de determinada extensión rodearía el globo, influyendo (para siempre) en cada átomo de la atmósfera circundante. Retrogradando, no tuvieron dificultad en determinar el valor del impulso original partiendo de un efecto dado bajo condiciones determinadas. Ahora bien, los matemáticos que vieron que los resultados de cualquier impulso dado eran interminables, y que una parte de dichos resultados podía medirse gracias al análisis algebraico, así como que la retrogradación no ofrecía dificultad, vieron al mismo tiempo que este análisis poseía en sí mismo la capacidad de un avance indefinido; que no existían límites concebibles a su avance y aplicabilidad, salvo en el intelecto de aquel que lo hacía avanzar o lo aplicaba. Pero en este punto nuestros matemáticos se detuvieron.

Oinos.-¿Y por qué, Agathos, hubieran debido continuar?

Agathos. -Porque había, más allá, consideraciones del más profundo interés. De lo que sabían era posible deducir que un ser de una inteligencia infinita, para quien la perfección del análisis algebraico no guardara secretos, podría seguir sin dificultad cada impulso dado al aire, y al éter a través del aire, hasta sus remotas consecuencias en las épocas más infinitamente remotas. Puede, ciertamente, demostrarse que cada uno de estos impulsos dados al aire influyen sobre cada cosa individual existente en el universo, y ese ser de infinita inteligencia que hemos imaginado, podría seguir las remotas ondulaciones del impulso, seguirlo hacia arriba y adelante en sus influencias sobre todas las partículas de toda la materia, hacia arriba y adelante, para siempre en sus modificaciones de las formas antiguas; o, en otras palabras, en sus nuevas creaciones... hasta que lo encontrara, regresando como un reflejo, después de haber chocado -pero esta vez sin influir- en el trono de la Divinidad. Y no sólo podría hacer eso un ser semejante, sino que en cualquier época, dado un cierto resultado (supongamos que se ofreciera a su análisis uno de esos innumerables cometas), no tendría dificultad en determinar, por retrogradación analítica, a qué impulso original se debía. Este poder de retrogradación en su plenitud y perfección absolutas, esta facultad de relacionar en cualquier época, cualquier efecto a cualquier causa, es por supuesto prerrogativa única de la Divinidad; pero en sus restantes y múltiples grados, inferiores a la perfección absoluta, ese mismo poder es ejercido por todas las huestes de las inteligencias angélicas.

Oinos.-Pero tú hablas tan sólo de impulsos en el aire.

Agathos.-Al hablar del aire me refería meramente a la tierra, pero mi afirmación general se refiere a los impulsos en el éter, que, al penetrar, y ser el único que penetra todo el espacio, es así el gran medio de la creación.

Oinos.-Entonces, ¿todo movimiento, de cualquier naturaleza, crea?

Agathos.-Así debe ser; pero una filosofía verdadera ha enseñado hace mucho que la fuente de todo movimiento es el pensamiento, y que la fuente de todo pensamiento es...

Oinos. -Dios.

Agathos.-Te he hablado, Oinos, como a una criatura de la hermosa tierra que pereció hace poco, de impulsos sobre la atmósfera de esa tierra.

Oinos. -Sí.

Agathos.-Y mientras así hablaba, ¿no cruzó por tu mente algún pensamiento sobre el poder físico de las palabras? Cada palabra, ¿no es un impulso en el aire?

Oinos. -¿Pero por qué lloras, Agathos... y por qué, por qué tus alas se pliegan mientras nos cernimos sobre esa hermosa estrella, la más verde y, sin embargo, la más terrible que hemos encontrado en nuestro vuelo? Sus brillantes flores parecen un sueño de hadas... pero sus fieros volcanes semejan las pasiones de un turbulento corazón.

Agathos.-¡Y así es... así es! Esta estrella tan extraña... hace tres siglos que, juntas las manos y arrasados los ojos, a los pies de mi amada, la hice nacer con mis frases apasionadas. ¡Sus brillantes flores son mis más queridos sueños no realizados, y sus furiosos volcanes son las pasiones del más turbulento e impío corazón!



FIN


Traducción de Julio Cortázar