viernes, 8 de abril de 2011

Entrevistas a Lou Reed






07/11/2010


Lou Reed: "Aún no sé cómo demonios sigo vivo"
El fundador de The Velvet Underground presenta 'El cuervo', un libro de homenaje a Edgar Allan Poe ilustrado por Lorenzo Mattoti. Parco en el escenario y en la calle, detesta las entrevistas y hablar sobre la banda que le encumbró 40 años atrás


Cualquiera que conozca a Reed -leyenda del rock literario, catedrático del malditismo y plusmarquista mundial de la antipatía- sabe que "buena disposición" es en su caso un oxímoron solo comparable a "guerra humanitaria". Pero qué demonio, todos los que se lo han cruzado estos días en la ciudad con motivo de la presentación de El cuervo, su estupendo libro de homenaje a Edgar Allan Poe firmado con el ilustrador extraordinario Lorenzo Mattoti, tienen una bella anécdota que contar sobre el fundador de The Velvet Underground.

Otra cosa es que se traduzca en compasión con los periodistas. En los instantes previos a la entrevista, el representante, Tom, un grandullón con ese talento tan estadounidense para el mal rollo amistoso, manda evacuar a todo dios del bar del hotel finolis en que Reed se aloja, se acerca al periodista y murmura.

-No toque ningún tema que no esté relacionado con el libro.

Estupendo, el libro es literatura, la literatura es la base de la carrera de Lou, amén del pegamento de la vida misma, de modo que queda extendida la carta blanca, le da a uno por pensar y decir. Tom no le ve la gracia por ningún lado.

Reed, con unas gafas absurdamente enormes y una de esas camisetas que cuestan un ojo de la cara porque básicamente logran pasar por una muy usada, se sienta y pone la cara más desagradable de la que es capaz, y eso que son muchos años de ensayarla, como delatan sus arrugas, tan profundas como el caudaloso Tajo. A su lado está Mattoti, la encarnación de la falta de pretensiones y de la relajación.

Señor Mattoti, ¿cuál fue su primer contacto con la música de Lou Reed? "Bueno, ya sabe, escuchábamos rock de jóvenes y eso incluía a la Velvet Underground y la rebeldía y...".





Lou Reed. Cualquier conversación sobre The Velvet Underground le parecerá a usted una entrevista, pero a mí solo me suena a un buen montón de mierda.

P. ¿Cree en serio que hay algo en su vida más interesante que lo que hizo hace cuatro décadas?

L. R. El libro de Poe es interesante. Así que, por favor, no intente hacer preguntas sobre ese tema otra vez.

P. De acuerdo, hablemos de política. ¿Qué opina sobre Moe Tucker, batería de The Velvet Underground, apoyando al Tea Party?

L. R. Mire que se lo he advertido. Eso no es asunto suyo en absoluto. Y mucho menos, mío.

P. Charlemos pues de literatura. Sus letras siempre tuvieron una cualidad gótica, muy de Poe. Como aquella de la banda sobre la que no quiere hablar, The Velvet Underground, que recitó John Cale maravillosamente: El regalo, en la que un tipo, el pobre Waldo se mandaba a sí mismo por correo y acababa trepanado por la torpeza de su novia...

L. R. Está volviendo a hacerlo... Poe escribió sobre nuestros peores miedos... Ser enterrado vivo, traicionado por un amigo, delatado en la autoría de un crimen horrible por la cobardía de uno mismo...

P. ¿Qué hace de Poe un escritor tan interesante para usted?

L. R. Su prosa es poética... Escribía versos libres hasta cuando adoptaba formas narrativas. No supe lo bueno que era hasta que en una fiesta de Halloween lo recité en alto. Ahí te das cuenta que sus relatos son poemas. La primera vez fue en casa del productor Hal Wilmer, leí El corazón delator.

P. Un relato sobre la culpabilidad. ¿Qué problema tiene con la culpa?

L. R. El mismo que todo el mundo. El mismo que el personaje, que ha matado a alguien y escucha el corazón de su víctima enterrada tan vívidamente que se confiesa a la policía.

P. Su cuervo coincide con una nueva traducción de En los sueños empiezan las responsabilidades, de Delmore Schwartz. En una ocasión definió esa pieza: "El mejor relato que he leído", dijo.

L. R. Solo tiene cinco páginas, pero lo que cuenta con un lenguaje asombrosamente sencillo, es increíble, me enamoró desde el principio. Definió el modo en que escribía mis canciones...

P. No es un libro que haya circulado mucho en España...

L. R. Pues debería darme las gracias.

P. Mejor démoselas a Schwartz. Le sedujo a usted cuando le daba clases en los sesenta en Siracusa y a Saul Bellow... ¡era el Humboldt que inspiró el El legado de Humboldt!

L. R. Es muy distinto. Yo era su alumno. Bellow era su contemporáneo. Debería haber visto sus clases. Leía Finnegan's Wake en alto y lo hacía divertidísimo. Recitaba de un modo asombroso. Un recital es como un concierto, solo que la gente está atenta. Delmore seguía recitando incluso cuando la campana había sonado.

P. Pese a tanta genialidad, siempre se comportó como su peor enemigo.

L. R. Puede apostar por ello. En un concurso para elegir a sus peores enemigos, Delmore habría logrado el primero, segundo y tercer puesto. ¡Ya lo creo! ¡Ten cuidado, niño salvaje! Es lo que Delmore parecía decir a sus epígonos.

P. Usted no es su peor enemigo...

L. R. Por supuesto que no. He tenido buenos maestros. Otra cosa es por qué demonios sigo vivo... Pero hace tiempo, no demasiado tiempo, cierto, que dejé de pelear conmigo mismo.

P. ¿No será, como ha proclamado hoy en su lectura a partir de uno de sus últimos poemas, porque tiene un ángel de la guarda?

L. R. Claro que lo tengo...

P. Y es Laurie Anderson, su mujer...

L. R. Eso tampoco es de su incumbencia.

P. ¿Le gustaría morir en la miseria como Edgar Allan Poe y que, 150 años después, una panda de sus lunáticos seguidores lo volviera a enterrar? Sucedió en Baltimore este verano...

L. R. ¿Se lo puede creer? Es absurdo. Pobre Edgar.

P. Dice que ya ha tenido bastante Poe... ¿Ha matado al padre?

L. R. Espero que no esté hablando en serio. Lo que ha sucedido es que ya he reescrito bastante a Poe, eso es todo.

P. Muerto Poe, ¿qué otra empresa literaria acometerá ahora?

L. R. Un libro sobre el taichi...

P. Lou Reed dando consejos a los oficinistas estresados principiantes...

L. R. No pretendo tal cosa. Nunca he dado lecciones a nadie sobre nada. Pero el taichi que yo he aprendido de varios maestros desde hace más de 20 años no tiene que ver con ancianos practicando en el parque. El taichi es un arte marcial. Y ha cambiado mi vida en todos los niveles, empezando por la salud.

P. ¿Es la clase de arte marcial que le saca a uno de una pelea?

L. R. La clase que le podría matar ahora mismo. Mis profesores siempre dicen... La primera opción es evitar la pelea. La segunda, mandar al oponente al hospital.










Lou Reed: "Nunca tuve éxito"

Volvió a salir de gira por toda Europa para presentar a toda orquesta y coro su disco "Berlin", del '73, por primera vez. Mientras toca este álbum considerado por él "mi obra maestra" y por la crítica, "uno de los más deprimentes de la historia", el ex Velvet Underground recuerda por qué siempre se autoboicotea y esquiva la consagración fácil.


Lou Reed está por terminar de almorzar ensalada verde y jugo de fruta en un restaurante muy de onda en Manhattan. Pronto emprenderá una gira por toda Europa presentando de nuevo su clásico Berlin (1973). Incluso en la ciudad que le da nombre al disco. Llego puntualmente, pero Reed no está con ánimo de apurarse y me piden que espere junto a la barra... durante media hora.

Cuando finalmente me acompañan hasta la mesa y me siento frente a él, me mira de arriba abajo. Estamos sentados al fresco en una tranquila calle del West Village, en la luz envolvente de un atardecer de primavera. Para Reed, esta nueva presentación de Berlin es mucho más que otro concierto: es una catarsis. Marca la resolución de 34 años de un dolor que comenzó el día que el álbum Berlín fue grabado por primera vez en vinilo. Para Reed, Berlin era su obra maestra, una opinión que conserva aún hoy. Lo compuso un año después de Transformer, su segundo álbum solista, el disco que lo catapultó al estrellato masivo.

Transformer, ayudado por el toque populista del productor David Bowie, presentaba melodías pegadizas con letras audaces, pobladas por travestis, sadomasoquistas y personajes de la Factory de Andy Warhol. El single, Walk on the Wild Side, se convirtió en el himno de los Setenta en el Bajo Manhattan. Su sello discográfico, RCA, esperaba que ese éxito le sirviera a Reed como punto de partida para un álbum comercial. Pero él prefirió, de manera consciente, hacer lo contrario. Volvió a adentrarse en su lado salvaje, su lado oscuro. Y el resultado fue Berlin: la historia de un drogadicto violento y su novia prostituta.

Hoy dice que su idea era usar la ciudad dividida de Berlin —que en ese entonces no conocía— como metáfora de la discordia humana. Quería jugar con ese concepto como si tomara una obra o una novela y le pusiera música. "Algo estilo Un Tranvía llamado deseo, Muerte de un viajante. O novelas. Estaba leyendo a Ginsberg, Burroughs, Selby. La idea era: ¿qué pasa si le pongo una batería y algo de música? ¿Qué pasa?" Lo que pasa es que hacés un álbum que para vos es el pináculo de tu carrera artística y resulta que el resto del mundo lo critica con una dureza feroz. En RCA se escandalizaron tanto con Berlin que en un primer momento amenazaron con no lanzarlo y después lo redujeron de álbum doble a simple, perdiendo 14 minutos.

Los críticos también le dieron una patada. Uno comparó la voz típicamente poco pulida de Reed con "el aullido de una nutria en celo y moribunda". Lo trágico era que Reed y su productor, Bob Ezrin, habían puesto grandes expectativas en Berlín. Hablaban del álbum como una "película para la mente" o "una película para el oído", y ya entonces fantaseaban con la posibilidad de una versión para el escenario. "Más que fantasear", dice ahora. "En realidad, estaba planeado: cómo era el hotel, cómo era el club, cuántos pisos, cosas como ésas"."Pero no les gustó. No hubo forma de conseguir respaldo. Imposible. A veces se gana a veces se pierde, como en un partido de fútbol".

Unos años más tarde, Reed diría a su biógrafo Victor Bockris que Berlin había sido la gran desilusión de su vida. "En ese momento cerré la persiana. Y siguió cerrada". En definitiva, la persiana siguió cerrada por más de 30 años. "No me imaginaba a nadie queriendo hacerlo", dice. "Me había sacado a Berlin totalmente de la cabeza. Lo que le pasó fue decepcionante y no quería volver a pasar por algo así".

¿Por qué dijo que sí después de tantos años?

Simplemente, un día dije: "Sí".

También se nota que Reed está encantado con la posibilidad de revivir la música, tocando de nuevo la guitarra con Steve Hunter, que participó en el álbum y con Ezrin y Hal Willner a cargo de la dirección musical. Fieles al álbum original, combinan la guitarra de rock clásica de Reed y Hunter con sonidos orquestales expansivos, lo que confiere al espectáculo una crudeza épica no muy alejada de Kurt Weill. Reed también desorienta con melodías dulces contrastadas con palabras crueles.

Lo sorprendente de Berlin ahora es la frescura que conserva, el sonido para nada enmohecido. Berlin, con su tema eterno de la autodestrucción humana, no envejeció. Sintiéndome a esta altura ya más que confiado, me atrevo a sugerirle a Reed que hay una línea en Berlin que lo ubica en el tiempo, la tercera línea del álbum: "Luz de vela y Dubonnet en hielo". ¿Cuándo fue la última vez que tomó, o incluso que oyó hablar del aperitivo Dubonnet? Me fulmina con la mirada, después se relaja y dice: "Solía ver los avisos de Dubonnet con hielo en la contratapa de las revistas y parecía algo muy caro y sonaba bien. Pero jamás lo tuve cerca siquiera".

El álbum se inicia con una nota liviana y aérea en sus versos: "En Berlín, junto al muro, con tu metro sesenta y dos". Pero a partir de ahí se inicia su deslizamiento incesante hacia la perversión, la desesperación y finalmente el olvido total. Seguimos el colapso de la relación de Jim y Caroline, las drogas, la violencia, el sexo casual. El tema de Berlin era Otelo, dice Reed ahora. "Celos, celos, celos. Hay ciertos temas que siempre ocuparán un lugar destacado y el de los celos es muy importante. Que me muestren a un hombre que nunca haya sentido celos". Y sin duda sabía de qué hablaba. En el momento de grabar Berlin en Londres oeste y en la Record Plant de Nueva York, Reed estaba separándose de su esposa, una ex mesera que servía cócteles llamada Bettye Kronstadt. El y Ezrin también consumían copiosas cantidades de drogas (a Ezrin le llevó un año entero recuperarse).

Berlin termina con el suicidio de Caroline. Cuando Jim la encuentra muerta, canta: "Voy a dejar de perder mi tiempo/Otro le habría quebrado los dos brazos". Es evidente por qué RCA se asustó. Berlin hizo su primera salida a escena en Brooklyn el año pasado, poco antes de Navidad, y a los críticos les encantó.

¿Qué siente al ver "Berlin" finalmente reconocido por lo que es?

Nunca trabajé para lo que dijera la crítica de rock. Siempre me gustó mucho el disco, lo tengo entre los mejores. Y hay personas que respeto a las que también les gustaba. ¿Qué más se podía hacer?

Pero pagó un precio alto por "Berlín", al darle la espalda al éxito comercial.

Quién sabe si hubiera compuesto otro éxito (después de Walk on the Wild Side). Desde entonces no he escrito otro éxito. Y tampoco ése fue un verdadero éxito.

¿Que "Walk on the Wild Side" no fue un verdadero éxito?

Nunca tuve éxito; ni siquiera cuando tuve un hit fue tan exitoso realmente.











09/11/2008

Lou Reed: "Mi personaje se convitió en algo grotesco"

El legendario autor de canciones parece haber aparcado un rato su actividad principal. Nervioso, caprichoso, proverbial cascarrabias, culto. Así es este mito de la música a los 65 años.


En 1971, Lou Reed emergió de un periodo de oscuridad con el manto de poeta. Había sido expulsado ignominiosamente de su revolucionario grupo, The Velvet Underground, y se refugió en la casa de sus sufridos padres, en Long Island. Retornó a Manhattan para un recital de letras y poemas, al que acudió Allen Ginsberg, todo el periodismo musical de Nueva York y parte del círculo de Andy Warhol. Triunfó ante tan selecto público y proclamó que nunca volvería a cantar, que se alegraba de ser finalmente reconocido como poeta.
Afortunadamente, se olvidó pronto de ese propósito. Aunque hoy está en Barcelona en calidad de recitador. Forma parte del proyecto Made in Catalunya, mediante el cual el Institut Ramón Llull quiere difundir la poesía catalana traducida al inglés. Se materializó originalmente como un espectáculo en Nueva York, donde Lou estaba respaldado por su esposa, Laurie Anderson, y por una apasionada Patti Smith. En esta ocasión, Lou lleva el peso del recital, que congrega a una pequeña multitud en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona; Laurie interviene brevemente desde California, vía Internet.


¿Se siente cómodo en estos eventos? Quiero decir, en comparación con la tensión que supone actuar con una banda. Es más tranquilo. Puedes expresar matices que se pierden cuando estás rodeado de instrumentación. Si he tenido tiempo para prepararme la lectura y el sonido está cuidado, no hay miedo escénico. Además, equivale a volver a casa. Siempre dije que intentaba aportar una sensibilidad literaria al rock and roll, pero nadie me entendía. Todavía no estoy seguro de que me entiendan.

¿Quiénes fueron sus maestros literarios? Maestro auténtico fue [el poeta] Delmore Schwartz, que me dio clases en la Universidad de Siracusa. Me enseñó mucho sobre la autoexigencia y las trampas que acechan a un escritor, pero ¡odiaba el rock and roll! En términos de estilo, aprendí más de Raymond Chandler. Sus argumentos no son perfectos, pero escribía novelas como un poeta.

Seamos fantasiosos. ¿Se imagina como candidato al Premio Nobel de Literatura? [Mirada de incredulidad]. ¿La pregunta es si lo veo posible? No, Bob Dylan ya cubre la cuota de candidatos en el apartado de cantantes-compositores judíos. ¿Si me lo merezco? Creo que tengo obra suficiente.

Acaricia un libro que está sobre la mesa. Lou ha insistido para que su actuación -que forma parte del festival literario Kosmopolis- coincida con la publicación de Travessa el foc: recull de lletres (Editorial Empùries), primorosa edición bilingüe

-inglés y catalán- de su obra que llega hasta sus canciones más recientes. Tiene un interior llamativo: el diseñador ha aprovechado a fondo la oportunidad para jugar con las posibilidades tipográficas. Lou está satisfecho con el resultado:

-Me encanta que esta edición actualizada salga en Cataluña antes que en Estados Unidos. La poesía catalana me deslumbra, la cantidad de grandes autores para un país tan pequeño...

¿Es usted un lector atento de poesía? ¡Ahora no soy un lector de nada! He perdido mi reproductor de libros electrónicos. Ya sabes, un aparato de esos en los que puedes meter centenares de libros. Se trata de un invento perfecto para mí, que vuelo mucho. Pero ya es la segunda vez que se me queda en un avión ¡y nunca lo devuelven! Aunque me había tomado el trabajo de poner una etiqueta con mi nombre más un teléfono de contacto.

Parece asombrado de que alguien ignore su voluntad. Y es que Lou Reed exhibe modos imperiales. A lo largo de la conversación surgen nombres de escritores y quiere, necesita, exige, que le consigan sus libros. Por ejemplo, una traducción al inglés de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique ("¿Un poeta del siglo XV que murió en el asalto a un castillo? ¡Me apetece mucho!"). Se conformará al final con el Quijote en inglés. También hay un momento en que, hablando de novela negra, salta el nombre de James Lee Burke, autor que retrata las profundidades sórdidas de la Luisiana.

-¿Se le conoce aquí? Me identifico mucho con su personaje principal, ese ex policía alcohólico que tiene que enfrentarse con el mal. Creo que necesito leer algo suyo esta noche. Si no está el último, me conformo con The neon rain o Cadillac jukebox. Puedo mandar a alguien a buscarlo. ¿Hay algún lugar de Barcelona donde tengan libros de Burke en inglés?

Estoy a punto de mencionarle la existencia de una librería especializada, Negra y Criminal, pero me callo a tiempo. Lou tiene martirizadas a las dos asistentes que le escoltan en este viaje. Otras dos representantes del CCCB y su editorial catalana también están protagonizando prodigios de diplomacia. Hace una hora explosionó una crisis absurda. En el curso de una entrevista con otro medio se ha enfadado por una mención a Andrew Wylie, su (temido) agente literario, y ha cortado definitivamente al pronunciarse el nombre de Victor Bockris, confidente suyo hasta que publicó una biografía, Las transformaciones de Lou Reed (Celeste Ediciones. Madrid, 1997), donde se cuentan embarazosas intimidades.

Durante un buen rato, todo el programa de entrevistas ha quedado detenido. Lou pide hablar con el director del medio en cuestión, para que se comprometa a destruir la frustrada entrevista. Su temor: que alguien filtre la grabación a YouTube -"Ponen muchas cosas de audio con imagen fija"- y el mundo se entere de cómo se las gasta el Lou Reed de 2008. Alguien se compromete a realizar una gestión y se va tranquilizando. Su excusa: "No quiero reforzar ese tópico de que soy un tipo antipático que se pelea con los periodistas".

¿Tópico? Todo plumilla musical que se precie atesora anécdotas que retratan la brusquedad, la susceptibilidad, la paranoia que caracterizan a Lou. Aparte, parece estar obsesionado por el control de su imagen. Se medio disculpa: "Yo también soy fotógrafo". Demanda revisar las fotos que le toman, insiste en que se eliminen las que no le favorecen. Dura labor: los años han sido crueles con Lou: demasiados años abusando del alcohol y de las inyecciones de anfetaminas (no de heroína, como creía el vulgo). Aunque, imagino, todos llegaremos a esas alturas de deterioro.

Es una lástima que en estas "obras completas" se incluya tan poca prosa. Estoy pensando en aquel perceptivo texto suyo de 1970 donde reflexionaba sobre las muertes de Jimi Hendrix, Brian Epstein, Brian Jones y Janis Joplin. ¿Le gustó? En aquel tiempo yo necesitaba dinero. Trabajaba con mi padre [un contable] y él no era muy generoso. Durante un momento de debilidad jugueteé con la idea de convertirme en periodista profesional. No hubiera aguantado. Recuerdo que me encargaron que escribiera un encomio de Jim Morrison [cantante de The Doors, fallecido en 1971]. Hasta ahí podíamos llegar, pensé.

¿No le gustaban The Doors? Eran basura de Los Ángeles, basura pretenciosa. Y Morrison, un gilipollas.

¿No cree que, al igual que usted con The Velvet Underground, Morrison rompió los esquemas de lo que se podía cantar en el rock? No hacía más que reciclar letras del blues. Iba de dios sexual y no habría resistido una noche en la Factory.

Se refiere al taller de trabajo de Andy Warhol en el Nueva York de los sesenta, punto de encuentro para muchas almas perdidas, consagradas a experimentar con drogas y a explorar su identidad sexual. Pero Lou no quiere adentrarse en esos años. Se levanta y desaparece rumbo a su habitación. Estamos en el Hotel 1898, un sobrio establecimiento en las Ramblas que ocupa lo que fue la sede de la Compañía de Tabacos de Filipinas.

De repente, un destello: en este mismo edificio debió de trabajar Jaime Gil de Biedma. Pero Gil de Biedma no aparece en la nómina de poetas de esta noche. Imagino que Lou quedaría deslumbrado por sus escritos, pero costaría explicarle el personaje de Jaime: rebelde de la alta burguesía, primero marxista, luego nihilista, siempre homosexual. Me callo cuando reaparece Lou con la chupa -cuero negro, obviamente- más desgastada que se pueda ver en una ciudad tan fashion como Barcelona. Vuelve agresivo. Husmea al periodista y lanza una acusación:

-Alguien ha estado fumando. No me gusta: llevo cinco años sin fumar, pero el olor del tabaco todavía me despierta deseos.

Lo último que imaginaba es escuchar a Lou Reed protestando por un vicio tan comparativamente inocente. ¿Inocente? Una cajetilla de cigarrillos equivale a una sesión de rayos X. Piensa en ello.

Recuerdo una entrevista con usted en 1986 en Atlanta. Se subía por las paredes, estaba intentando dejar el hábito; me contó que había probado todos los métodos, desde el hipnotismo hasta la acupuntura. Finalmente, lo conseguí con unas hierbas chinas. Te hacen un brebaje que sabe horroroso, lo llaman el té del equilibrio. Te restituye el equilibrio cuando te viene el deseo de nicotina. Me gustaría decirte el nombre original. Desdichadamente, soy un negado para el chino.

Pero un fanático de la cultura de China. Lou practica el taichi chuan y ha llegado a invitar al escenario a un maestro de esa disciplina. Parece inquietarle que eso se confunda con la atracción de otras estrellas del rock por las filosofías orientales:

-Yo empecé en el taichi por sus valores marciales. En Nueva York necesitas estar preparado para pelear por cualquier tontería.

Sigue luego una pregunta con mala intención sobre si aceptaría, igual que ahora está contratado por una institución dependiente de la Generalitat catalana, un encargo del Gobierno chino. Lou pertenece al ruidoso contingente de músicos de rock que defienden la causa del Dalai Lama. Muchos de ellos parecen ignorar las realidades geopolíticas, igual que la tétrica historia del Tíbet como sociedad feudal, marcada por las guerras civiles y el odio larvado a los monjes.

-Qué estupidez. No creo que China quiera nada conmigo.

No se crea: se apuntan a todo lo que sugiera modernidad. Ahora mismo hay grupos en Pekín que suenan como The Velvet Underground. Bueno... espero que mi música les sirva como emblema de disidencia, igual que ocurría en la Europa comunista, según me contaba Václav Havel.

A Lou Reed le encanta alardear de amigos ilustres. Está ufano de que [el pintor] Julian Schnabel dirigiera la versión filmada de la recreación en directo de Berlín, su amargo disco de 1973. Hablando de cine... Lou interrumpe esta conversación cuando recibe una llamada de Wim Wenders. Durante unos minutos, hasta le cambia la voz, que se le hace aflautada y obsequiosa. Algunos de los presentes le miran pasmados: el ogro parece haberse transformado en princesa.

Conviene recordar un pequeño secreto: Lou Reed goza de infinitamente más respeto y reconocimiento en Europa que en Estados Unidos. Se le podría categorizar como un desconocido entre los ciudadanos de a pie de su propio país. Para la citada entrevista de Atlanta, este periodista iba acompañado por un fotógrafo poco rockero que dudaba del esfuerzo que suponía hacer semejante viaje. Como una broma particular, nos dedicamos a preguntar a todo estadounidense que se nos ponía a tiro -azafatas, recepcionistas, camareras- si conocía a Lou Reed. A nadie le sonaba. Si mencionábamos que era cantante, le confundían con Lou Rawls, ilustre vocalista negro que aparecía frecuentemente en televisión. Sólo al final un taxista le identificó: "Sí, claro, el de Walk on the wild side. Pero, ¿sigue vivo?".

Ése es el problema. Lou alcanzó su pico de popularidad con Paseo por el lado salvaje, extraído de Transformer, su álbum de 1972, amorosamente producido por David Bowie. Aparte de ese momento mágico, sus ceñudos discos nunca han saltado fuera del circuito del rock. En Estados Unidos ni siquiera se reconoce Perfect day, una canción amable ("simplemente, un día perfecto / bebiendo sangría en el parque / y luego, cuando oscurece / nos vamos a casa") que alcanzó el número uno en el Reino Unido en una versión colectiva.

¿Cree que la industria discográfica estadounidense ha entendido quién era realmente Lou Reed? [Sarcástico] No me gusta hablar mal de los muertos. La industria del disco está muerta.

Pero siempre tuvo quien le apoyara. RCA incluso publicó un trabajo tan indigesto como el doble 'Metal machine music' en 1975. No sabían qué hacer con él. Lo editaron para enterrarlo. El año pasado hice un disco instrumental mucho más suave, Hudson river wind meditations, y ninguna compañía fuerte quiso tocarlo. Sólo un sello pequeño, sin casi distribución...

Llegó hasta España. Yo mismo lo pinché en mi programa de radio. ¿De verdad? Es un buen trabajo, está pensado para acompañar ejercicios de taichi y sesiones de meditación. Creo que pocas veces se ha grabado el viento con el realismo de ese disco. Y lo hice yo solo, en mi casa.

Pero ¿tiene nuevas canciones? La música que más me interesa ahora es instrumental, improvisada, totalmente libre. Hace unas semanas estuve tocando en Los Ángeles con Ulrich Krieger [el instrumentista alemán que transcribió Metal machine music para una orquesta de cámara] y Sarth Calhoum, un ingeniero que manipula nuestros sonidos. Resultó muy estimulante: fuimos echando a buena parte del público [risa seca]. Pero bastantes aguantaron. Y fueron dos horas.

¿Deriva placer del hecho de torturar a los oyentes? No es eso. Me encanta burlar las expectativas de ese público que busca al artista decadente. ¿Sabes lo que decía Frank Sinatra? Que si fuera cierta la décima parte de las cosas que se contaban sobre él, habría terminado en un zoológico. Lo mismo en mi caso. Tengo 65 años y todavía puedo romper barreras sónicas.

Lo hizo con esa pieza llamada 'Fire music' [incluida en 'The raven', trabajo dedicado a musicar los relatos de Edgar Allan Poe]. Fue mi reacción ante el horror del 11-S. Algo de tal magnitud no se puede expresar con una melodía convencional, con rimas más o menos ingeniosas.

¿Podríamos decir que está más interesado últimamente por el sonido puro que por las canciones? Las canciones han perdido impacto. Incluso las buenas. Están en todas partes, suenan en todas las situaciones, pero muy bajito, sin fuerza. Quiero reivindicar el poder transformador del sonido a mucho volumen, cuando te pega en el estómago y te quita el aliento. Sonido saliendo de buenos bafles, no a través de esos auriculares ridículos que usa la gente.

Bueno, la gente y el mismo Lou Reed. Muestra orgulloso un diminuto reproductor donde lleva almacenados los programas -incluyendo las portadas de los discos originales- que realiza para Sirius, emisora de radio por satélite. Le ayuda el inquieto productor Hal Willner, y la selección luce asombrosa.

-Se llama New York shuffle y consiste en ofrecer música muy ecléctica. Hay grupos actuales, como Kings of Leon o Queens of the Stone Age, pero también guitarristas de los años treinta y los cuartetos de gospel que escuchaba Elvis Presley. O la música electrónica que hacían en los laboratorios de la BBC para ilustrar historias de ciencia-ficción.

¿Le inspiró 'Time theme radio hour', el programa que presenta Bob Dylan? ¿Estás de broma? Dylan nunca se atrevería a poner a Ornette Coleman [saxofonista de free jazz]. Es uno de mis héroes.

El entrevistador debe convivir con los nervios de Lou. Y no hablo sólo del temblor de sus manos: brinca de un asunto a otro como si le aburriera concentrarse. En general, se comporta como un hombre inquieto y curioso. Desde la terraza de su hotel escudriña el paisaje urbano barcelonés. Interroga sobre edificios que están en proceso de restauración, pregunta por los horarios de museos. Hasta asegura recordar su primera visita a la ciudad.

-Al final de la actuación yo quería dar un bis. Pero se me acercaron dos militares que me lo prohibieron. Como yo insistía, me enseñaron una pistola. Ahí me callé.

Consultado al respecto, el promotor que le trajo a España duda de que ocurriera algo similar: "Puede que se confunda con Italia; en los setenta solía haber allí mucha violencia en los conciertos. De todas formas, la policía prefiere hablar con los organizadores de un concierto, no con el artista".

No resulta fácil apuntalar datos con Lou Reed. Cambia constantemente el curso de la conversación. Dice estar harto de preguntas sobre política y, a continuación, suelta un parlamento sobre las diferencias morales entre la guerra de Afganistán y la invasión de Irak. Se confiesa lector devoto de Seymour Hersh [el reportero de investigación] y se refiere frecuentemente a sus hallazgos.

-Me gusta la información basada en la realidad, sobria y documentada. Tengo conocidos que se refugian en las teorías de la conspiración, yo mismo me he pasado días indagando por Internet, pero terminas en una indeterminación que te conduce a la locura. Finalmente, mi conclusión es que la Administración de Bush no era lo suficientemente inteligente para montar algo como el 11-S, no hablo ya de mantenerlo secreto.

A estas alturas, el periodista advierte que apenas ha tenido oportunidad de airear el cuestionario que había preparado. Un inciso: cuando Lou Reed se quita la máscara de artista cabreado con el mundo, hasta puede resultar cordial. Así, por la tarde se comporta muy educado en la ceremonia de firma de libros. No sólo estampa su autógrafo en copias de Travessa el foc, también lo hace en camisetas, hojas sueltas e incluso en una guitarra. Otros millonarios del rock se negarían a tales peticiones, aparentemente molestos ante la posibilidad de que esos objetos terminen subastándose en eBay o similares.

Charlar sin rumbo con Lou también tiene su encanto. Manifiesta hambre de información y apunta, por ejemplo, los datos de Operation lune, aquel falso documental donde el realizador francés William Karel desarrollaba -con la complicidad de famosos invitados- el rumor de que la NASA no llegó a la Luna y que lo que vimos fue rodado por Stanley Kubrick en un estudio británico. "Oh, espera a que se lo cuente a Laurie [Anderson], le encantará".

Usted ha reconstruido su personaje público. En los setenta y en los ochenta era el 'rock 'n' roll animal' [así se titulaba su primer disco en directo, de 1974]. Y ahora le vemos cómodo en eventos de alta cultura. Mi personaje se convirtió en algo grotesco. Estoy pensando en algunos cómics que se editaban en España, donde yo era una especie de Conde Drácula del rock. Mi vida no era tan... interesante [risas]. Me resulta divertido burlar los estereotipos, tratar con políticos o con representantes del mundo académico.

Sus acompañantes empiezan a mostrarse inquietas. La ronda promocional empezó con mucho retraso y ya ha pasado la hora razonable para comer. Lou Reed siempre ha sido algo esnob en la alimentación: seguía dietas insólitas, aconsejado por misteriosos nutricionistas. Pero hoy se comporta como cualquier turista estadounidense con necesidad urgente de combustible: pide una hamburguesa.











"Magia animal"

"LOS QUE BAJAN MÚSICA DE INTERNET QUIZÁS PIENSEN QUE LA MAYORÍA DE LOS ÁLBUMES INCLUYEN UNO O DOS TEMAS BUENOS Y QUE NO VALE LA PENA COMPRARLOS"

El controvertido músico es conocido por convertir a entrevistadores en personas que no tienen idea de lo que están diciendo y en piltrafas que tartamudean al hablar con él. Por lo tanto, en esta entrevista, Mark Gifford esta probando su suerte cuando le pregunta a Lou Reed acerca de la gente que baja sus canciones de Internet, entre oras cosas. Para The Big Issue Londres.


"Magia animal"

La misteriosa alfombra mágica del rock derramó siempre y de forma constante un deslumbrante despliegue de mitos, leyendas y extraños movimientos apócrifos. Pero, lamentablemente, cuando el barniz empieza a rajarse, muchos de los gritones demoníacos y hedonistas de repente se descubren y resultan no ser más que unos mimosos gatitos o un mero un jugador de golf.

Si a esta actitud moderada para con los medios, actitud que sólo los años logran, lo sumamos al nuevo estilo de cantantes melódicos de café, casi no nos queda de él, nada loco, malo o misteriosamente peligroso por conocer.

De ninguna manera podemos decir esto de Lou Reed.
Incluso antes del año 1964, año en que creó la mordaz banda rockera The Velvet Underground, Reed era un tipo espinoso e irritable.
En su adolescencia, en Nueva York, se lo sometió a electroshock por su “comportamiento anormal”, y la creación, la confrontación y la destrucción fueron un patrón recurrente en su vida.
Si a esto le sumamos la bebida, la droga, una producción realmente abrasiva y un tiempo contó bajo la dirección mesiánica de Andy Warhol, ahí realmente tenemos una mezcla potente.

Hoy, con apenas más de 60 años, rehabilitado de la droga y abstemio, Reed todavía se niega a participar del juego de las relaciones publicas.
Un Reed enojado como un Víctor Meldrew paranoico bajo el efecto de calmantes y un periodista que los entrevistó hace poco casi termina con un colapso nervioso después de ser ferozmente atacado por Lou.

Todo esto pasa por mi mente, y pienso en todo esto, mientras comienzo mi entrevista telefónica que abro con un tema infalible.

- ¿Y como está el tiempo por allá?
- Está bastante lindo esta mañana. Hizo tanto frío estas últimas semanas que incluso un poquito de aire cálido es como estar en verano.

A continuación Reed pregunta cuando se publicará esta nota. Apenas se la informa que saldrá justo a tiempo para que los interesados se precipiten a comprar el nuevo álbum, Animal Serenade, la virulencia de Reed empieza a fluir.

"¡Ah! ¿Hacen eso en vez de bajar las cosas de Internet?", dice.

- Bueno, pero seguramente bajar un dolo tema seleccionado no importaría ¿no es cierto?
- Si la gente quiere las cosas gratis, entonces tengo que ir hacia el mundo de las corporaciones que ofrecen pagarme dinero (las publicidades recientes con temas de Reed incluyen a American Express y motocicletas Honda) ... porque en esta situación no puedo ganar nada. No creo que la gente se baje álbumes enteros de Internet... Quizás piensen que la mayoría de los álbumes incluyen uno o dos temas buenos y que no vale la pena comprarlos.

“Quizás tengan razón... Hoy en día tal vez no haya ni 70 minutos de material bueno en la mayoría de los álbumes, los hacen por hacerlos... ¿Qué carajo es eso? A uno de la ganas de agarrar una pistola, de ir a la discográfica y dispararle a todas las personas involucradas ¡inclusive el artista!”.

- !Auch! Animal Serenade se grabó en vivo el año pasado el tour NYC Man e incluye viejos temas favoritos como Venus in Furs, Candy says Dirty Boulevard. Es obvio que Reed todavía disfruta de ver los ojos idos de sus fans.
- Por supuesto que sí. Esto era como la continuación de Rock’Nroll Animal en su 30º aniversario, uno de los mejores discos de todos los tiempos. Durante el tour la gente nos decía: “esto es fantástico, tendrían que grabarlo”. Y nosotros les decíamos: “sí, tienen razón, tendríamos que hacerlo”.

- De acuerdo, no es modesto, pero Rock’Nroll Animal es un buen disco y ese catalogo consagrado de temas anteriores inspira respeto por su creador.
- Es peligroso jugar con esas canciones, pero tuve mucho tiempo para pensarlo. Allí esta el alma de estas canciones, su significado y la manera como las podría hacer interactuar con la audiencia.

- Un momento destacado del álbum es cuando la multitud intenta coordinar un aplauso al himno a la droga Heroin de los Velvets, debatiéndose después de su paso venenoso. El ataque disonante todavía sirve para algo.
- En muchos sentidos esa canción es anti-establishment, no dice “Viva la heroína” sino “Al carajo con Bush”. Por eso incluí en el álbum El día que murió John Kennedy. Ahora que estamos en una situación con un cerdo al frente que nos hará matar a todos me pareció muy importante hacer una canción sobre un presidente realmente grande.
Él (Bush) acaba de dar un discurso sobre lo sagrado del matrimonio y sobre la imposibilidad de aceptar casamientos entre homosexuales porque amenazan a la sociedad... ¡es espantoso! ¿A quien está cargando...? Supongo que le 50% de los norteamericanos, porque el otro 50% ya sabe lo que él está haciendo ¡Igual yo no soy mas que un pobre músico que trata de sobrevivir n un mundo de malas grabaciones (Lo Fi) y bajadas de temas de Internet!.

- Cuando las regalías que siempre se escapan, las críticas y las presiones personales se hacen insoportables, encuentro alivio en el Tai Chi (Reed es un devoto de larga data) o el Fajuna (poder explosivo) del Kung Fu.
- Y sí, el Tai Chi es una disciplina muy importante para mí. Me llevé al Maestro Ren (al maestro de Lou, Ren Guangyi) a la gira para que a gente pudiera apreciar cómo se ve el Tai Chi con un poco de rock de fondo.

- A pesar de su reputación de maltratar a otros emocionalmente, su relación con John Cale sobrevivió a las tormentas. Cale, co-fundador con Reed de Velvet Underground, dijo recientemente que su sociedad con Reed había sido la mayor fuerza creativa de su carrera. A Reed se lo escucha auténticamente conmovido.
- ¿John dijo eso? (larga pausa). Bueno, estoy realmente de acuerdo. No se trataba de drogas o alcohol sino de la pasión por la música de dos personas con historias distintas que se encontraron en la cima del rock’nroll. Era sorprendente y aun lo es hoy, nunca se supo de alguien que los hubiera hecho antes o desde entonces.

- Otra sociedad de larga data es la que tiene con su colega Laurie ‘Oh Superan’ Anderson. ¿Qué chances hay de que se haga un show de Lou y Laurie?
- Sería muy bueno hacer algo con Laurie. Hace unos años compartimos un tour y aprendí mas acerca de la música electrónica con ella de lo que cualquier institución me hubiera podido enseñar. Es un genio en acción.

- ¿Esto significa que el corazón del rock’nroll finalmente se esta ablandando?
- Bueno, esto me llevaría unos meses contestarlo...


Traducción: Margarita Michel
Fuente: Revista "Hecho en Buenos Aires"
Mas información: www.hechoenbsas.com













16.02.2003

"No escribo para los críticos"

Acaba de salir el disco doble The Raven (El cuervo), sobre textos de Poe, que fue vapuleado por la crítica. En una charla telefónica, se defiende, ataca y pregunta: "¿Es que debería estar repitiéndome a mí mismo?"


Dejando definitivamente atrás su fama de rocker reventado, el ex Velvet Underground acaba de lanzar The Raven (El Cuervo), suerte de soundtrack de la obra de teatro escrita por él mismo, basada en textos de Edgar Allan Poe. Hay invitados de lujo como su esposa Laurie Anderson, Willem Dafoe, Steve Buscemi y David Bowie, antiguo compinche de correrías tóxicas y algo más. El álbum fue vapuleado por las críticas. Desde su casa de Nueva York, a las seis de la mañana (de allá), en diálogo telefónico con Clarín esto es lo que Lou Reed tiene para decir al respecto.



¿"El Cuervo" es su obra de Poe favorita?

(Duda) Una de ellas, con toda seguridad. Pero no podría elegir una sola.


¿Cuándo comenzó a interesarse en Poe?

En los últimos diez años. Mi amigo y coproductor Hal Willner organizaba fiestas en su casa durante las Noches de Brujas. En ellas, todos solían hacer algo de Poe, y yo elegí El corazón delator. Disfruté tanto haciéndolo que me metí a fondo en toda su obra. Viendo mi entusiasmo, (el director e iluminador teatral) Robert Wilson me sugirió escribir una obra que combinara todo ese material. Así surgió POEtry. Una vez que la puesta estuvo en cartel un tiempo, me enamoré de la música. Entonces decidí reescribir la obra por completo.


¿Cómo fue reescribir los textos originales?

Un compromiso. Además, a esta altura ya no recuerdo dónde metí mano y dónde no, pero fue prácticamante en todo. Incluso hay partes que Poe no escribió en absoluto. Es que Robert me había pedido "una versión freudiana". Por eso fue que incluí las conversaciones entre el maestro y el estudiante, que no existen en Poe.


Aunque usted es considerado por la mayoría como un autor oscuro, se trata de una oscuridad diferente a la que sobrevuela la obra de Poe. ¿Cuál es el factor común entre los dos?

No sé, no lo llamaría "oscuridad": yo escribo sobre la realidad. Pero es cierto que me suelen etiquetar de esa manera.


Entonces, ¿cuál es el denominador común entre su obra y la de Poe?

Yo diría que hay un evidente interés en la psicología: el modo en que se forman las ideas, y cómo éstas se tansforman en obsesiones y comportamiento compulsivo.


Esta no fue su primera experiencia teatral

No. Antes había hecho Time Rocker, también con Wilson, que era una adaptación de La máquina del tiempo, de H.G. Wells. Era el final de la trilogía iniciada por The Black Rider y Alice. Antes de eso, con John Cale hicimos Songs for Drella, una obra sobre la vida de Andy Warhol.


Además de los invitados, en The Raven participa su banda habitual. ¿Cómo se adapta la energía de un grupo de rock a la música incidental?

Bueno, ambas cosas son interesantes. La música es música, y me gusta de muchas maneras diferentes. ¿A vos no?


En un momento en que los CDs grabados y los archivos compartidos en Internet amenazan a la industria discográfica, ¿no es casi un suicidio comercial lanzar un álbum doble que, además, tiene muy pocas canciones propiamente dichas?

Como sea, el disco salió. Y la gente que quiera escucharlo correctamente, como yo lo concebí, va a comprar la edición doble. Y cuando decís que no tiene muchas canciones, yo te digo que estás loco: hay canciones por todos lados.


Pero no abunda el formato canción, que es lo que el público está más acostumbrado a escuchar y, probablemente, lo que estará buscando cuando compre The Raven

Dejame que te diga algo: los fans de Lou Reed, si lo son de verdad, se darán cuenta de que cada cosa que hice a lo largo de mi carrera ha sido distinta de las demás. Eso es lo que hace que otros se interesen en mí. No es más de la misma vieja mierda todo el tiempo. No tengo fans que quieren simplemente más de lo mismo.


No exactamente lo mismo pero, en general, esperan canciones "estilo Lou Reed", que tiene cierta línea conductora

¿Quién dice? ¿Vos? ¿Qué carajo sabés vos sobre los fans de Lou Reed?


Bueno, en principio, soy uno ellos

... No sé qué decir a eso. Si te parece que debería estar repitiéndome a mí mismo, ¿qué te puedo decir?


Eso no fue lo que dije

Estás diciendo que algo nuevo es demasiado complicado para un fan. ¿Creés que son idiotas?


Para nada

Entonces, ¿por qué te parece que no van a disfrutar de algo nuevo? ¿Te parece que eso sería decepcionante para un fan?


No. Pero la gente con la que hablé sobre el tema no estaba precisamente fascinada con el disco. Y las críticas tampoco fueron muy halagüeñas

¿Y qué debería hacer yo? No escribo para los críticos ¿Creés que doy dos mierdas por una crítica, buena o mala? ¿Te parece que hago música para que los críticos digan algo lindo? En lo personal, no puedo creer que un fan de Lou Reed no ame este disco, así que, con quien quiera que hayas hablado, no es realmente un fan.


¿Cómo repartió los personajes que haría cada invitado? Por ejemplo, el enano asesino que interpreta David Bowie

Ah, sí, Hop Frog. Lo eligió él mismo, vaya a saber por qué. Tal vez se sintió identificado... (risas)


¿Cómo seleccionó a los artistas que participarían de la obra?

Teníamos una lista con las personas con las que nos gustaría trabajar. Afortunadamente, todos dijeron que sí.


¿Hubo alguien que quedó fuera de la puesta por cuestiones laborales o contractuales?

Sylvester Stallone (risas).


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