sábado, 5 de diciembre de 2009
viernes, 20 de noviembre de 2009
Jean Paul Sartre
¿Qué es la literatura?
J.-P.S. –Siempre he pensado que si la literatura no lo era todo, no era nada. Y cuando digo todo, entiendo que la literatura debía darnos no sólo una representación total del mundo –como pienso que Kafka la ha dado de su mundo– sino también que debía de ser un estímulo de la acción, al menos por sus aspectos críticos. Por tanto, el compromiso, del que tanto se ha hablado, no constituye de ninguna manera, para mí, una especie de rechazo, o de disminución, de los poderes propios de la literatura. Al contrario, los aumenta al máximo. Es decir, pienso que la literatura debería serlo todo. Eso es lo que pensaba en la época de ¿Qué es la literatura? Y sigo pensando lo mismo, es decir, que me parece imposible escribir si el que lo hace no rinde cuentas de su mundo interior y de la manera en que el mundo objetivo se le aparece. Digo: mundo –es una expresión de Heidegger– porque, para mí, estamos en el mundo, o sea: todo lo que hacemos tiene por horizonte el mundo en su totalidad. Por consiguiente, la literatura puede tener, totalmente, constantemente, por horizonte el mundo en su totalidad, y al mismo tiempo, [79] nuestra situación particular dentro del mundo. Pero hoy, ello es evidente, he cambiado un poco en cuanto a los poderes de la literatura. Es decir, pienso que debernos contentarnos con dar esa imagen del mundo a las gentes de esta época, para que puedan reconocerse en ella y que, luego, hagan con ella lo que puedan. Tienen que reconocerse en esa imagen, comprender que están en el mundo, hay que desvelarles su horizonte. Pero, a partir de ahí, si hemos conseguido eso, no podemos hacer más. Pienso, por ejemplo, en un libro como Los hijos de Sánchez, un libro del cual se ha dicho que podría sustituir a la literatura. Su autor es un sociólogo, que ha vivido con una familia muy pobre de México, y que ha interrogado a todo el mundo, en esa familia, durante años, con un magnetófono, naturalmente, y que luego se ha limitado a hacer una selección, sin añadir nada. Y los diferentes relatos, los diferentes discursos de esas gentes interfieren unos en otros, se completan. Allí puede encontrarse todo: datos sociológicos, el problema de las clases sociales, el problema de la miseria, y también la psicología, el tema de la técnica. En fin, es un libro riguroso, sociológico. El autor no ha intervenido, salvo para hacer la selección, para evitar las repeticiones. Pues bien ¿qué le falta a ese libro, para que sea literatura? Le falta horizonte. Esas gentes no son capaces, porque hablan como nosotros cuando no somos escritores, de desarrollar todos los horizontes que les rodean. Por eso pienso, a pesar del enorme interés intrínseco de Los hijos de Sánchez, que libros semejantes nunca podrán sustituir a la literatura. En esa encuesta, esas gentes son como son, pero la literatura es algo más...
–O sea, en cierto modo, la literatura no puede limitarse a reflejar la realidad, tiene que interpretarla, en el sentido de una amplificación de la visión del mundo. Pues bien, a este respecto, ¿cómo se plantean las cosas con la nueva escuela novelesca francesa, la escuela del «nouveau roman»?
J.-P.S. - La «nueva novela», que es muy variada, por otra parte, me parece, a título de experiencia, algo interesante. Pero, precisamente, creo que cae fuera de la literatura. De la misma manera que las últimas manifestaciones del grupo de la revista Tel quel y de todo positivismo del lenguaje. Se trata de hacer, con la literatura, experiencias de lenguaje, se trata de estudiar los poderes del lenguaje y de escribir por escribir. O sea, lo contrario de lo que hay que hacer, en mi opinión. Todo ello se basa en algunas teorías lingüísticas no bien interpretadas; todo eso me parece una manera de remover la literatura, y finalmente, de renegar de ella. En cierto modo, es evidente que Robbe-Grillet ha tenido razón al rechazar la concepción del paisaje como estado anímico, y de darnos paisajes rigurosamente estudiados en el plano de la objetividad física. Ha tenido razón, porque así nos quita de encima una [80] serie de datos que nos parecían establecidos: que un cielo sea triste, por ejemplo. Bien, eso podría haber sido una depuración. Una vez eso conseguido, hubiera debido pasar a la verdadera forma de comprender y describir al hombre en el mundo. Si no lo hace, no queda nada. Pero yo pienso que lo que hay que hacer, es mostrar al hombre en la infinita red de sus relaciones con un horizonte, y tomarlo como tema. Para mí, en suma, la literatura tiene una función de realismo, de amplificación, en efecto. Y, además, una función crítica. Función, por otra parte, que asume por sí misma: el hombre no necesita saberse crítico para serlo. Bien, de todas maneras, cualquiera que sea la forma literaria empleada, la literatura tiene que ser crítica. Estos tres elementos me parecen indispensables: tomar al hombre, mostrar que está vinculado al mundo en su totalidad, hacerle sentir su propia situación, para que se encuentre en ella, y se encuentre a disgusto, y, al mismo tiempo, darle los elementos de una crítica que pueda facilitarle una toma de conciencia. Eso es, más o menos, lo que puede la literatura, a mí parecer, y eso es lo que no quiere la «nueva novela».
–En cierto modo, pues, la literatura debe ser complementaria de la filosofía y de la política, en cuanto responde a algunas de las cuestiones capitales de nuestra existencia.
J.-P.S. –En efecto, pienso que, hoy, la gran transformación de la filosofía –no es de hoy, por otra parte, es de hace cien años, desde Marx– consiste en que la filosofía no es simplemente la comprehensión del hombre, sino que debe también ser práctica; es decir, debe colaborar a la acción práctica que se propone cambiar sus condiciones. Y, en este sentido, la filosofía, al dejar de ser contemplativa, al dejar de ser el mero estudio de los métodos, de las lógicas, necesita transformarse, en determinadas ocasiones, en literatura. No quiero decir con esto –a veces se me lo ha echado en cara, no sé si con razón o sin ella, pero nunca he concebido así las cosas– que mi obra literaria sea la demostración de una tesis filosófica. No lo entiendo así. Al contrario, quiero decir que, en un determinado momento, la filosofía cede el paso, porque hay que mostrar lo individual con otras palabras y otras perspectivas que las de la filosofía, y, llegado ese momento, me pongo a hacer literatura. En verdad, como el hombre es uno, lo que escribo se parecerá más o menos a lo que hago como filósofo. Pero, para mí, la verdadera literatura comienza ahí dónde la filosofía se detiene. Como la literatura, la política y la filosofía son tres maneras de actuar sobre el hombre, existe entre ellas cierta relación. Yo diría, incluso, que un filósofo tiene que ser un escritor, porque hoy lo uno no va sin lo otro, porque los grandes escritores de hoy, como Kafka, son igualmente filósofos. Esos escritores-fílósofos que, al mismo tiempo, quieren integrarse en una acción, yo los llamaría intelectuales; quiero decir que no son políticos, pero que son compañeros de viaje de los políticos. [81]
A menudo se me dice: Hace usted mala política, como si yo fuera un hombre que hace política. De lo que se trata, en nombre precisamente de una visión de conjunto, es de situarse al lado del político para recordarle, incluso torpemente, los principios que orientan una acción y los fines que se propone. Sabemos perfectamente que los medios elegidos influyen en la acción misma. Comprendo que, en multitud de casos, los medios para una revolución, para una acción, pueden ser duros, apretados, pero los medios no pueden deformar el fin propuesto. A partir del momento en que el fin se ve deformado por los medios, hay que decirlo. El papel del intelectual, que es, por cierto, un papel ingrato y contradictorio, consiste a la vez en integrarse completamente en la acción, si la juzga justa y verdadera, y en recordar siempre el verdadero fin de la acción, poniendo siempre de manifiesto, por la reflexión crítica, si los medios elegidos se orientan hacia el fin propuesto o si tienden a desviar la acción hacia otra cosa.
–¿Cómo se plantean, en este contexto, las relaciones de la libertad individual y de la libertad colectiva?
J.-P.S. –A mi modo de ver, hoy por hoy, no es posible conciliar la una con la otra, pero no es posible tampoco concebir el fin de una acción histórica que no se proponga la realización de estos dos términos contradictorios. Para mí, se trata de una conciliación dialéctica, no de una conciliación analítica. Es decir, se trata de algo vivo, con sus constantes puestas en entredicho de lo adquirido. Lo que ocurre, hoy, es que, en un primer periodo, puede considerarse que sólo la libertad individual sea un fin. Así lo proclaman los norteamericanos, cuando dicen que en su país existe la libertad, y luego se da uno cuenta de que esa libertad individual está completamente alienada, porque no existe la libertad colectiva. En un segundo tiempo, si se quiere ensayar la libertad colectiva, se encuentra uno frente a sistemas sociales en los cuales los hombres asumen, en una fase que todavía no es el socialismo, pero que es una transición hacia el socialismo, todas sus responsabilidades. Es decir, los hombres asumen la responsabilidad del mal tiempo, de las inundaciones, de las malas cosechas, de todo lo que se quiera, los hombres cargan con todo eso y el resultado es, y no puede ser otra cosa, una cuasi-supresión de la libertad individual. Lo cual no impide que el fin –y sólo puede conseguirse a partir del momento en que la abundancia, cierta abundancia, permita una limitación menos severa de la libertad–, el fin sigue siendo que el hombre tome, individual y colectivamente, la dirección del mundo natural en que vive, e incluso del mundo humano. A mí parecer, esa es la dirección en la que hay que ir, y en la que se va, por cierto. O sea, hay momentos que, dialécticamente, se oponen a la libertad individual. No cabe duda de que el problema del socialismo está ligado al de la abundancia, pero también es cierto que los hombres tienen que tomar su destino en sus propias manos, incluso en el momento en que no existe la abundancia, contra todo lo que se nos quiera [82] decir, porque jamás suprimirá la abundancia, por sí misma, por sí sola, las desigualdades, ni las alienaciones. En realidad, hace falta que un nuevo descubrimiento científico e industrial encuentre sociedades estructuradas, para poder ser acogido. De manera que yo diría que es absolutamente necesario pasar por una fase autoritaria en el reparto, pero que prepare el momento en que las nuevas fuerzas industriales, tal vez la energía atómica, permitan una verdadera distribución. En ese momento se tendrá, en realidad, la fase caracterizada por el lema: a cada uno según sus necesidades. Pero hay que pasar por la fase actual, que es la fase de la pobreza autoritaria, que se rige según el principio: a cada uno según su trabajo.
–Puesto que hemos ido abandonando los problemas específicamente literarios, ¿qué lugar le parece que ocupa la filosofía en el mundo de hoy?
J.-P.S. –También a este respecto pienso que la filosofía tiene que serlo todo, o no ser nada. Es decir, que la filosofía es el hombre. Es el hombre planteándose cuestiones acerca de sí mismo. Porque, es algo que hay que comprender, el hombre no llegará nunca a tener un conocimiento científico total de sí mismo, por la sencilla razón de que siempre será interior al conocimiento que tiene de sí mismo. El racionalismo científico está muy bien, nos dará una sociología mucho más avanzada, nos dará un psicoanálisis mucho más avanzado, pero el problema del hombre se mantendrá idéntico. Lo que la esfinge preguntaba a Edipo seguirá siendo una pregunta, siempre, y la única forma de proceder para conseguir una especie de intuición comunicable de lo que es el hombre común, aunque no totalmente científica y objetiva, es la filosofía. O sea: la perpetua lucha del hombre con la presuposición que posee del hecho de ser hombre. Si diéramos por supuesto un mundo al fin liberado de las clases sociales, o en el cual, al menos, las clases hubieran plenamente tomado conciencia de sí mismas, siempre quedaría el problema del hombre. O sea, ese problema que hace que un hombre sea a la vez juez y parte de su propia realidad, que se ignore en la medida misma en que se conoce, y esto supone un tipo de verdad aproximativa, y es la verdad propiamente filosófica. Es decir, el esfuerzo del hombre por seguir su propia pista, por borrar todo lo demasiado humano en los conceptos que tiene de sí mismo. Creo que esto siempre será así, es decir, a mi parecer, la filosofía nunca acabará haciéndose mundo, «mundanizándose», a pesar de lo que creyera Marx, nunca será algo totalmente realizado por las masas en la realidad, siempre habrá que seguir planteándose problemas. Se conservará siempre como el asombro del hombre ante sí mismo, y como la crítica de ese hombre en relación consigo mismo. Y, desde este punto de vista, la filosofía es necesariamente práctica, siempre. Porque el nivel al cual se plantean esos problemas implica que si el hombre comienza a conocerse, va a rebasar esa autoconsciencia y a plantearse [83] una empresa. Yo considero que una filosofía marca su impronta sobre un hombre. Un hombre tiene una filosofía que lo caracteriza como perteneciente a una clase, a una época, &c., pero, al mismo tiempo que lo condiciona, siempre lo rebasa, porque siempre se da ese esfuerzo por ir más allá de la clase, más allá de este mundo, para plantear el verdadero problema.
–O sea, en fin de cuentas, no puede decirse que exista separación entre el pensamiento y la acción...
J.-P.S. –No pienso que haya una diferencia que no sea histórica en la coyuntura entre pensamiento y acción. Para mí, la acción pone el pensamiento al descubierto. En un comienzo, la acción revela el mundo, al mismo tiempo que lo cambia. Dicho de otro modo: para mí no existe el pensamiento contemplativo. Existen simplemente acciones, que pueden ser de lo más elementales, y, en el interior de esas acciones que van a cambiar el mundo, una especie de descubrimiento del mundo, en tanto que se está transformándolo.
–Ahora, con su permiso, quisiéramos volver a una cuestión personal. Hace un año, y se trata de un caso único, con el de Bernard Shaw, en la historia de la literatura, usted rechazó el premio Nobel que le había sido atribuido. ¿Cuáles fueron sus razones?
J.-P.S. –Son razones de dos tipos. Unas, de tipo subjetivo, y otras de tipo objetivo. La razón subjetiva se desprende de mi concepción del intelectual, del escritor, que tiene que ser un realista crítico, y rechazar toda institucionalización de su función. Un intelectual ministro, por ejemplo, me parece algo cómico. Un ministro de la cultura sólo puede ser un funcionario. Pienso que no hacen falta ministros de la cultura, pero si hicieran falta, que sean funcionarios con una sólida cultura, y no novelistas, por ejemplo. Considero que el premio Nobel es una especie de ministerio, de ministerio espiritual, si se quiere. Si a uno le dan el premio Nobel, firma uno los manifiestos como premio Nobel, las gentes dicen: nos hace falta la firma de fulano, porque es premio Nobel. Todo eso, para mí, es lo contrario de la literatura. Diría incluso que si la literatura se institucionaliza, pues bien, forzosamente muere. Esa es la razón que yo llamaría subjetiva. La razón objetiva es otra. Consiste en que tal vez pueda aceptarse un premio internacional, pero sólo si lo es realmente. Es decir, si en una situación de tensión Este-Oeste, se atribuye tanto al Este como al Oeste, en función únicamente del valor de los escritores. [84] Así ocurre con los premios Nobel científicos. Los premios Nobel científicos se atribuyen a rusos, a americanos, a checos, a hombres de cualquier país. Es un premio que sólo tiene en cuenta el aporte científico de tal o cual individuo. Pero, en literatura, no ocurre así. Sólo ha habido un premio soviético. Se trata de un gran escritor, Pasternak, que merecía ese premio desde hace veinte años. Pero, ¿cuándo se le da? En el preciso momento en que se quería crear dificultades al gobierno de su país. Se trata aquí, y así lo ha entendido todo el mundo, de una maniobra. No acuso a ningún miembro de la Academia Sueca de haber hecho una maniobra: son cosas que se producen casi objetivamente, ¿no es cierto? Pero considero que no es posible aceptar un premio que no es verdaderamente internacional, que es un premio del Oeste. Como para mí, precisamente, el verdadero problema reside en el enfrentamiento cultural del Este y del Oeste, la unidad en cierta medida contradictoria de ambas ideologías, su conflicto, su libre discusión, pienso que ese premio se dio de una manera que no me permitía aceptarlo, objetivamente.
–¿Porqué piensa usted que le fue atribuido ese premio Nobel?
J.-P.S. –Me fue atribuido porque soy de izquierda, pero soy al mismo tiempo un pequeño burgués del Oeste. Por consiguiente, se creaba la impresión de que el premio se daba a un hombre de izquierda, pero se daba al mismo tiempo a un pequeño burgués. ¿Por qué no se me dio ese premio durante la guerra de Argelia? Ya tenía bastante edad para recibirlo, mientras luchaba, junto a mis compañeros intelectuales, por la independencia de Argelia, contra el colonialismo. Pienso que, a pesar de mis principios, si se me hubiera dado en aquel momento, lo habría aceptado. Si se hubiera dado a alguno de los intelectuales que luchábamos por la independencia de Argelia, habría considerado oportuno aceptarlo, porque ello hubiera manifestado el apoyo de la opinión pública a la lucha por la independencia argelina.
¿No cree Vd. que pueda existir una organización cultural verdaderamente libre?
J.-P.S. –Creo que puede existir una organización cultural que, en todo caso, ponga al Este y al Oeste, a los intelectuales del Este y del Oeste en mutuo contacto, y cuyos dirigentes sólo se propongan una cosa: permitir una libre discusión. Esa organización existe, por cierto, y es la COMES, cuyo centro está en Italia. [85]
–Ya que hablamos de organización cultural, surge un tema relacionado con esta problemática. ¿Qué influencia puede tener el libro de bolsillo en la difusión de la cultura?
J.-P.S. –En lo que concierne al libro de bolsillo, me parece que estamos haciendo una experiencia bastante interesante en Francia. Las tiradas de este tipo de libros son enormes. De eso no cabe duda. Pero pienso que no deben exagerarse los resultados. Por una parte, se trata de una empresa de producción masiva, o sea, capitalista. El libro de bolsillo no llega realmente a las masas. Lo que ocurre, y ya es bastante interesante de por sí, es que desarrolla virtualidades de lectura en la pequeña burguesía. En resumen podría decirse que representa una ampliación de la lectura de las clases medias. Pero no creo que con ese sistema se llegue a la clase obrera. Creo, por consiguiente, que es una experiencia bastante interesante para obtener el pleno rendimiento de un público virtual. Pero no es eso lo que deseo a los escritores, lo que deseo es la difusión de sus libros en todas las clases sociales, mientras haya clases sociales.
–Mientras haya clases... Esta expresión nos remite al problema fundamental de nuestro tiempo, el problema de la supresión de la sociedad de clases. Nos remite, por tanto, a la pregunta con la cual quisiéramos terminar esta entrevista: ¿Qué es el socialismo, para usted?
J.-P.S. –Para mí, el socialismo es, ante todo, el movimiento de los hombres hacia su liberación. Esos hombres que, precisamente porque son metafísicamente libres –permítaseme que lo diga así– se encuentran en un mundo de explotación y de alienación que les enmascara y les roba esa libertad. La afirmación de esa libertad contra esa situación, la necesidad para los hombres de tomar en sus manos su destino, de tomarlo colectivamente, pero también individualmente, el hecho, precisamente, de que todas las condiciones de explotación pueden vincularse con esa situación de clase, eso es lo que denomino movimiento hacia el socialismo. No creo que el socialismo exista hoy en parte alguna. Creo que hay países más adelantados que otros, porque han socializado sus medios de producción. El socialismo, ya lo dije antes, sólo puede ir acompañado por la abundancia. Pero supongo que, a partir del momento en que la abundancia esté ligada a la supresión de las clases, es decir, a la supresión de las inversiones individuales, de la propiedad privada de los medios de producción, a partir del momento en que la explotación ya no tenga sentido, en ese momento podrán plantearse los hombres sus [86] verdaderos problemas, en la igualdad. Es decir, igualdad y libertad son una sola y misma cosa. No pienso que el socialismo sea el fin de la historia de la humanidad, ni el surgimiento de la felicidad para el hombre. Pienso que es el momento en que los verdaderos problemas se plantearán, sin ser enmascarados por otros problemas, como son los problemas de clase, los problemas económicos y de explotación. Un ruso me dijo un día, y me parece profundamente cierto, que a partir del momento en que el socialismo se halle verdaderamente instaurado, a partir del momento en que el hombre sea libre, dueño de sí mismo, a partir del momento en que actúe en la colectividad y ésta actúe sobre él, a partir de ese momento se plantearán los verdaderos problemas filosóficos y metafísicos. A partir de ese momento, el hombre llegará a conocerse a sí mismo. No considero el socialismo como un Edén, sino más bien como algo en desarrollo indefinido, que debe poner al hombre en posesión, cada vez mayor, de sus problemas, de su tragedia y de sus poderes de acción.
sábado, 14 de noviembre de 2009
Claude Lévi-Strauss
—Cuando usted estudiaba, el eurocentrismo impregnaba todos los discursos. Hoy el multiculturalismo y el mestizaje cultural son dominantes. ¿Qué impresión le produce esta evolución?
—Lo que llamamos pensamiento europeo, nuestra civilización, es el fruto del contacto entre los distintos pueblos y culturas del continente pero también de nuestros viajes. Europa siempre ha sido un continente mestizo, por emplear el mismo término. La gran diferencia que hemos visto en el siglo XX es la aceleración de la comunicación. Lo que antes necesitaba semanas o meses de barco ahora se recorre en unas pocas horas. El mestizaje, la fusión, necesita tiempo, madurar, pero la extraordinaria aceleración del siglo XX no deja tiempo para asimilar las influencias del otro.
—¿El famoso mestizaje es una ideología que encubre otra forma de colonialismo?
—Lo dice usted, pero no voy a desmentirlo. Su pregunta pone el dedo en una contradicción fundamental. No todo lo que se inscribe, por ejemplo, en el largo inventario del 'patrimonio de la humanidad' se hace por razones puras. La preocupación por los ingresos derivados del flujo turístico juega un gran papel en el comportamiento de los Estados.
—La perspectiva de dictar filosofía, cada año el mismo programa, le incitó hace 70 años a irse a San Pablo...
—De San Pablo se decía entonces que era una ciudad peligrosa porque podían darte cita en una esquina que no existía cuando tú llegabas, pero que ya estaba edificada cuando acudía la persona que te había citado. Era la posibilidad de ver crecer una ciudad ante mis ojos, de asistir en cuestión de pocos años, meses y semanas a ese proceso que en Europa había llevado años. En 1935 había una compañía inglesa de ferrocarril que estaba tendiendo una línea nueva en el estado de Paraná y creaba una ciudad nueva cada 25 o 30 kilómetros. La primera tenía entonces unos 2.000 habitantes y hace poco me invitaron a su cincuentenario y tiene un millón. La segunda ciudad tenía unos pocos centenares de habitantes, la tercera tres decenas y la que entonces era la última del trazado, un solo habitante, un francés aventurero.
—Su primer viaje al interior, su encuentro con los bororos, es el fruto de una expedición en tiempo de vacaciones.
—Sí. Se trataba de una sociedad cuya cultura material estaba intacta, en la que seguía existiendo un arte de la pluma extraordinario, una sociedad con una organización social compleja y rica.
—¿Cuándo sacó conclusiones de las expediciones?
—Lo que de verdad era o podía ser la etnología lo aprendí más tarde, a principios de la década de los cuarenta, en la Biblioteca Pública de Nueva York, después de haber escapado de la Francia de Petain. Ahí, leyendo, completé mi formación de etnólogo. Sin la ocupación alemana mi destino hubiera podido ser otro. Tras el armisticio, yo quería volver a Brasil pero no me dieron visado.
—Usted ha bromeado diciendo que había descubierto el estructuralismo antes de leer...
—Es mi madre la que contaba que me había dado cuenta yendo al boulanger (panadero) y al boucher (carnicero) que las primeras letras debían significar bou puesto que eran las mismas para las dos palabras. Más seriamente, el secreto del estructuralismo creo haberlo intuido mientras estaba en el frente, en la Línea Maginot, como oficial de enlace que esperaba servir de intérprete a las tropas británicas. Allí, mientras esperábamos una batalla que no comenzaba, pude observar con detalle cómo, detrás del aparente azar de la belleza ondeante de un campo lleno de flores, estaba una organización estricta de cada una de ellas. Luego, en Nueva York, el encuentro con Roman Jakobson fue definitivo. Me reveló que era estructuralista sin saberlo. Cuando se estudia una sociedad se comienza por inventariar las diferencias porque los puntos comunes, en un primer momento, pueden ser superficiales. Luego, a un nivel más profundo, aparecen lo que yo llamo invariables...
—El tabú del incesto...
—Sí, pero lo interesante es que esa obligación exogámica, de buscar pareja fuera del círculo familiar más estrecho, puede tener muchas formas distintas. En el Egipto antiguo se aceptaba el matrimonio entre primos; en otras civilizaciones, en caso de muerte de la esposa es obligado a casarse con la hermana; en otras, la regla establece otros grados de parentesco. En la naturaleza existen leyes que pueden ser universales y constantes, y si encontramos en la cultura reglas que puedan tener ese mismo carácter universal que las leyes, entonces podemos comprender mejor el paso de la naturaleza a la cultura. Ese es el interés del tabú del incesto.
—Alguna vez responsabilizó a la revuelta de mayo de 1968 de la pérdida de prestigio universitario del estructuralismo. Hubo muchas acusaciones contra esa corriente...
—Al estructuralismo se le reprochó ser antihumanista y eso es parcialmente cierto. Es imposible para un etnólogo no tomar en consideración la destrucción sistemática y monstruosa que los occidentales hemos hecho de las culturas distintas de la nuestra desde, como mínimo, 1492. No es posible separar o aislar esa condena de la destrucción de la que hoy son víctimas especies animales y vegetales, y todo eso en nombre de un humanismo que situó al hombre como rey y señor del mundo. La definición que el humanismo clásico hace del hombre es muy estrecha, lo presenta como un ser pensante en vez de tratarlo como un ser viviente y el resultado es que la frontera donde se acaba la humanidad está demasiado cerca del propio hombre.
—También se ha declarado más y más afín al escepticismo.
—El escepticismo llega con la edad. El espectáculo que ofrece la ciencia contemporánea invita a ello. Durante el siglo XX esa ciencia ha progresado mucho más que en todos los siglos anteriores, una aceleración enorme en la producción de conocimientos y, al mismo tiempo, ese progreso vertiginoso nos abre abismos insondables, cada descubrimiento nos plantea diez enigmas, de manera que el esfuerzo humano está abocado al fracaso. Pero está bien que sea así.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Valle de Muñecas - Lookin for a love
I've been looking for a lover
But I haven't met her yet
She'll be nothing like
I pictured her to be
In her eyes I will discover
Another reason why
I want to live
and make the best
of what I see.
Where the sun hits the water
And the mountains meet the sand
There's a beach
that I walk along sometimes
And maybe there I'll meet her
And we'll start to say 'hello'
And never stop to think
of any other time.
Looking' for a love
that's right for me
I don't know how long
it's going to be
But I hope I treat her kind
And don't mess with her mind
When she starts to see
the darker side of me.
Looking' for a love
that's right for me
I don't know how long
it's going to be
But I hope I treat her kind
And don't mess with her mind
When she starts to see
the darker side of me.
I've been looking for a lover
But I haven't met her yet
She'll be nothing like
I pictured her to be
In her eyes I will discover
Another reason why
I want to live
and make the best
of what I see.
sábado, 31 de octubre de 2009
"Pánico y locura en Las Vegas", de Hunter S. Thompson
Los redactores deportivos me habían dado también trescientos dólares en metálico, la mayor parte de los cuales se había gastado ya en drogas extremadamente peligrosas. La maleta del coche parecía uno de esos laboratorios narcóticos móviles de la policía. Teníamos dos bolsas de hierba, setenta y cinco pastillas de mescalina, cinco hojas de papel secante con un poderosísimo ácido, un salero medio lleno de cocaína y toda una galaxia de excitantes, calmantes, gritantes, rientes de todos los colores... y también un cuarto de tequila, un cuarto de ron, una caja de Budweiser, una pinta de éter puro y dos docenas de amil.
Todo esto lo habíamos reunid0 la noche anterior en una alocada vuelta en coche a toda velocidad por Los Angeles -de Topanga a Watts recogimos todo aquello a lo que pudimos echar mano. No es que necesitáramos todo aquello para el viaje, pero es que una vez que te pones a coleccionar drogas en serio la tendencia es llevar la cosa tan lejos como puedas.
viernes, 23 de octubre de 2009
Alejandra Pizarnik / La jaula
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
lunes, 19 de octubre de 2009
Jorge Luis Borges / La Casa de Asterión
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.
domingo, 11 de octubre de 2009
miércoles, 7 de octubre de 2009
domingo, 4 de octubre de 2009
domingo, 27 de septiembre de 2009
jueves, 24 de septiembre de 2009
billy
sábado, 19 de septiembre de 2009
miércoles, 16 de septiembre de 2009
viernes, 11 de septiembre de 2009
miércoles, 9 de septiembre de 2009
martes, 8 de septiembre de 2009
miércoles, 2 de septiembre de 2009
lunes, 24 de agosto de 2009
domingo, 23 de agosto de 2009
martes, 11 de agosto de 2009
domingo, 9 de agosto de 2009
La ira de Dios
Yo soy el mayor traidor.
No puede haber ninguno mayor.
El que piense huir, será convertido en 190 pedazos.
Y éstos serán pisoteados hasta
que se puedan untar en la pared.
El que coma un grano de más de maíz,…
…o beba una gota de agua de más,…
…será encarcelado durante 155 años.
Si yo, Aguirre, quiero que caigan muertos los pájaros de los árboles…
…los pájaros caen muertos de los árboles.
¡Yo soy la cólera de Dios!
La tierra que piso, me ve y tiembla.
El que nos siga a mí y al río, obtendrá grandes riquezas.
Pero el que deserte…
———————-
Si ahora volviésemos atrás, vendrían otros…
…y lo conquistarían.
Y nosotros no tendríamos nada.
Aunque esta tierra sólo tenga árboles y agua….
…¡la conquistaremos!
Y la hazaña será propagada por aquellos que vengan detrás nuestro.
Mis hombres creen que la riqueza es el oro,…
…cuando es más que eso.
Es el poder y la gloria.
Por eso les desprecio.
jueves, 23 de julio de 2009
' EL REGGAE DE PAZ Y AMOR '
Oh, oh, oh, peace and love
Moving up, fighting it all back, stabbing
gonna get you down tonight in babylon town, yeah
`cause if you fall on your face is no disgrace,
no one's to help you anyhow, nowhere.
Oh, oh, oh...peace and love
peace and love in babylon.
Oh, oh, oh...peace and love...
Little little people with little little lives
in little little homes with little little wives,
they get up, they go down, they get out town, yeah
every body moving round and round
i don't care and i don't eat, i don't eat no meat,
and as civilized citizen ronald reagan, uh!
Oh, oh, oh...peace and love
peace and love in babylon.
Oh, oh, oh...peace and love...
jueves, 16 de julio de 2009
kinski
martes, 7 de julio de 2009
civilización y barbarie
lunes, 6 de julio de 2009
Astor Piazzolla - Balada para un loco
Astor Piazzolla - Balada para un loco
Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese que se yo,
viste?
Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mi...
Cuándo, de repente, detras de un árbol, se aparece el.
Mezcla rara de penultimo linyera
y de primer polizonte en el viaje a Venus.
Medio melón en la cabeza,
las rayas de la camisa pintadas en la piel,
dos medias suelas clavadas en los pies
y una banderita de taxi libre levantada en cada mano.
Parece que solo yo lo veo,
Porque él pasa entre la gente y los maniquíes le guiñan,
los semáforos le dan tres luces celestes
y las naranjas del frutero de la esquina
le tiran azahares.
Y así, medio bailando y medio volando,
se saca el melón, me saluda,me regalo una banderita y me dice:
(Cantado)
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao,
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión
y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!...
el loco berretín que tengo para vos.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad...
¡Ya vas a ver!
(Recitado)
Y asi diziendo, el loco me convida
a andar en su ilusión super-sport
Y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!
De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!",
los locos que inventaron el Amor,
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.
Nos sale a saludar la gente linda...
Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!:
provoca campanarios con su risa,
y al fin, me mira, y canta a media voz:
(Cantado)
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!¡
Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!
(Gritado)
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca el y loca yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca el y loca yo
domingo, 24 de mayo de 2009
Lacrimosa
Confutatis
viernes, 1 de mayo de 2009
proximamente
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
sábado, 11 de abril de 2009
Resistencia suburbana - Va a servir
Todo esto q me pasa, va a servir
aunque me duela hoy el alma va a servir
deja profunda enseñansa el sufrir
la muerte impulsa mis ganas de vivir.
aunque me duela hoy el alma va a servir
deja profunda enseñansa el sufrir
la muerte impulsa mis ganas de vivir.
El frio enseña a valor el calor
la cobardia a respetar el valor
el odio hace mas fuerte el amor
el llanto ayuda a deshogar el dolor.
Todo esto q me pasa, va a servir
aunque me duela hoy el alma va a servir
deja profunda enseñansa el sufrir
la muerte impulsa mis ganas de vivir.
Traicion enseña a valorar la lealtad
y la opresion a buscar la libertad
y aunque es dificil ver en la oscuridad
la noche acaba y llega la claridad.
La vida tiene colores para ti
es tan hermosa q es corta, se feliz
me lo enseño un perro amigo y aprendi
y aunque mi perro no hablaba yo entendi.
Todo se muere y vuelve a renacer
nada se escapa es inutil correr
igual q un niño aprendi a caminar
y cada golpe me enseño a crecer.
viernes, 10 de abril de 2009
Hugo Bistolfi - Tayta Inti Pachamama
domingo, 8 de marzo de 2009
Babasonicos - Rubi
Imposible
olvidar tu talismán
irresistible
remar contra tu atracción
a tu lado retrocede el tiempo
cualquier día es el mejor momento
increíble
tentación es el amor
Tu aliento carmesi
tu flor de lis
junto a mi boca
fumar de tu rubí
quererte así
beberte a gotas
Tengo
el cuerpo hecho a medida del romance
mi traje favorito es el amor...
Cariño mío.... acércate
huelo a un jardín en primavera
quizás mi cercanía sea el problema....
¿acaso mi mirada te encandila?
¿o miras debajo el cinturón?
Quizás alguna vez pasé a tu lado
no te hagas la tontita
yo sé que lo has notado
y algún suspiro al aire se ha volado...
Tu aliento carmesi
tu flor de lis
junto a mi boca
fumar de tu rubi
quererte asi
beberte a gotas
Ebria de tantas maravillas
florece fuera de estación...
Imposible
olvidar tu talismán
irresistible
remar contra tu atracción
a tu lado retrocede el tiempo
cualquier día es el mejor momento
increible
tentacion es el amor...
domingo, 8 de febrero de 2009
Las pastillas del abuelo - Vivir a conciencia esta eleccion
Hola qué tal?, Buenos días
Vengo a hacer mi declaración.
Debo encontrar la salida,
Porque sé que cuento con vos.
Aunque te culpe de todo,
Y me enoje hasta sin razón,
Tengo que darte la diestra,
Siempre existe el mal menor,
Y viviré a conciencia esta lección.
Debemos cambiar de aire,
Me dijiste hace ya un montón,
Siempre obstinado en mí parte,
No quise darte la razón.
Claro hasta que no pifiaste,
Y ahora el aire es mucho mejor,
Si acostumbrara a escucharte,
No existiría esta canción,
Y viviré a conciencia esta elección.
Y hoy aunque llueva y yo no esté de humor,
Sé que vas a estar siempre ahí dentro de mí,
Empujándome a seguir, levantándome si caigo,
Pierdo luz aun sigo en el sol.
Mi intención de hacer las paces,
Esta vez es en do mayor,
Brinquemos juntos del carro,
Que aca dentro estamos los dos,
Y viviré a conciencia esta elección.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Indio Solari - Y mientras tanto el sol se muere
Todavía no usé mi milagro de hoy (que corta es la vida,mi amor!)
No voy a buscar más consuelos tontos
si pasa algo malo esta vez.
Te voy a buscar
en la oscuridad
Yo no sé si pueda volver a encontrarte, amor
si Dios no me quiere en tu eternidad
Sueño con que duermo, no lleno mi tumba aún
y un poquito tarde esta vez se va a
hacer...
Y mientras tanto el sol se muere
y no parece importarnos...
Mientras te quiero el sol se
apaga
Te voy a encontrar
en la oscuridad
Algún día, pronto, una de mis vidas
va a intentar matarme y lo va a lograr
Cómo será andar solito allá en la
muerte?
Ay! mi amor ya sin vos... sin tu sueño...
Yo no sabría echarte de menos
(soy un ladrón que robó dolor)
y si te pierdo camino a casa
ya te dije esto antes... linda mía
te voy a encontrar
te voy a buscar
y te voy a encontrar...
martes, 3 de febrero de 2009
Fidel Nadal - Carita de alfajor
a mi me querra, a mi me amara
toda la noche hasta que se haga de dia
canto esta melodia
toda la noche hasta que se haga de dia
espero por tu compañia
hace tanto tiempo que te estaba buscando
hace tanto tiempo que te estuve buscando
los muchachos me estaban comentando
que por la calle ibas pasando
mientras ellos te estaban mirando
vos los ibas saludando
entonces yo me puse a pensar
esta chica para donde ira?
no me costo mucho saber
que vos bailabas bien
no me costo mucho imaginar
que vos sabias
carita de alfajor
estoy esperando por tu amor
carita de galletita
tu amor a mi nadie me quita
toda la noche hasta que se haga de dia
canto esta melodia
toda la noche hasta que se haga de dia
espero por tu compañia
la segunda estrofa es pesada
a mi no me gusto nada
acordarme cuando te fuiste lejos
si! de eso todavia me quejo
lo que decian mis amigos
es que te habias escondido
lo que decia la gente en el barrio
es que te habias ido a otro vecindario
yo sabia que eras soñadora
y bueno señora, el que no rie llora
yo sabia que eras atrevida
y tambien se que me querras toda tu vida
a mi me querras
carita de alfajor
estoy esperando por tu amor
carita de galletita
tu amor a mi nadie me quita
lunes, 2 de febrero de 2009
Kevin Johansen - Road movie
Anduve por el Norte, anduve por el Sur
Como ‘autogeografía’ y en un eterno tour
Ví que no es solamente cuestión de latitud…
On our, on our way to Bratislava
Coming back from Valderrama
Porque vaya a donde vaya
And regardless of the java
Someone always brings some ganja
And it doesn´t matter cuanta…
I´ve been alone in summer
I´ve been alone in spring
Regardless of the season
Whatever it would bring
It never really mattered
For I never stopped to sing…
sábado, 31 de enero de 2009
La union libre
La union libre
De Andre Breton
Mi mujer de cabellera de fuego de madera
De pensamientos de relámpagos de calor
De cintura de reloj de arena
Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud
De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que cierra y abre los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho en los vidrios
Mi mujer de hombros de champaña
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillos
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de hayucos
De noche de San Juan
De ligustro y de nido de escalares
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de cohete
De movimientos de relojería y de desesperación
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de llaveros de pies de calafanes que beben
Mi mujer de cuello de cebada no perlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De pechos de noche
Mi mujer de pechos de topera marina
Mi mujer de pechos de crisol de rubíes
De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días
De vientre de garra gigante
Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
De espalda de azogue
De espalda de luz
De nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse
Mi mujer de caderas de barquilla
De caderas de lustro y de penas de flecha
Y de tronco de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto
Mi mujer de nalgas de espalda de cisne
Mi mujer de nalgas de primavera
De sexo gladiolo
Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco
Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer de sexo de espejo
Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer de ojos de sabana
Mi mujer de ojos de agua para beber en la cárcel
Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
De Andre Breton
Mi mujer de cabellera de fuego de madera
De pensamientos de relámpagos de calor
De cintura de reloj de arena
Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud
De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que cierra y abre los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho en los vidrios
Mi mujer de hombros de champaña
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillos
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de hayucos
De noche de San Juan
De ligustro y de nido de escalares
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de cohete
De movimientos de relojería y de desesperación
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de llaveros de pies de calafanes que beben
Mi mujer de cuello de cebada no perlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De pechos de noche
Mi mujer de pechos de topera marina
Mi mujer de pechos de crisol de rubíes
De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días
De vientre de garra gigante
Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
De espalda de azogue
De espalda de luz
De nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse
Mi mujer de caderas de barquilla
De caderas de lustro y de penas de flecha
Y de tronco de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto
Mi mujer de nalgas de espalda de cisne
Mi mujer de nalgas de primavera
De sexo gladiolo
Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco
Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer de sexo de espejo
Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer de ojos de sabana
Mi mujer de ojos de agua para beber en la cárcel
Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
sábado, 24 de enero de 2009
Último fragmento
Último fragmento
de Raymond Carver
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
de Raymond Carver
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
La caña de pescar del ahogado
La caña de pescar del ahogado
de Raymond Carver
Al principio no la quería usar.
Luego pensé, no, me revelará
secretos y me dará suerte
que es lo que entonces necesitaba.
Además, me la dejó a mí
para que la usase cuando fue a bañarse aquella vez.
Inmediatamente después, conocí a dos mujeres.
Una adoraba la ópera y la otra
era una borracha que había pasado un tiempo
en la cárcel. Ligué con una
y empecé a beber y a reñir sin parar.
¡El modo en que esta mujer podía cantar y seguir bebiendo!
Fuimos directamente al fondo.
de Raymond Carver
Al principio no la quería usar.
Luego pensé, no, me revelará
secretos y me dará suerte
que es lo que entonces necesitaba.
Además, me la dejó a mí
para que la usase cuando fue a bañarse aquella vez.
Inmediatamente después, conocí a dos mujeres.
Una adoraba la ópera y la otra
era una borracha que había pasado un tiempo
en la cárcel. Ligué con una
y empecé a beber y a reñir sin parar.
¡El modo en que esta mujer podía cantar y seguir bebiendo!
Fuimos directamente al fondo.
domingo, 18 de enero de 2009
La gata
La Gata
de Lawrence Ferlinghetti
La gata
se lame una pata y
se recuesta
en el hueco de la biblioteca
yace allí
largas horas
imperturbable como una esfinge
luego gira su cabeza
hacia mí
se incorpora
estira su cuerpo
me da la espalda
nuevamente lame su pata
como si el tiempo real
no hubiera pasado
Y no lo ha hecho
y ella es una esfinge
que posee los tiempos del mundo
en el desierto de su tiempo
Ella
sabe dónde mueren las moscas
puede ver fantasmas
en las partículas del aire
percibir sombras
en un rayo de sol
Ella oye
la música de las esferas
los sonidos que transmiten
los cables
en las casas
y también el zumbido
del universo
en el espacio interestelar
pero siempre
prefiere los rincones hogareños
y el ronroneo de la estufa
de Lawrence Ferlinghetti
La gata
se lame una pata y
se recuesta
en el hueco de la biblioteca
yace allí
largas horas
imperturbable como una esfinge
luego gira su cabeza
hacia mí
se incorpora
estira su cuerpo
me da la espalda
nuevamente lame su pata
como si el tiempo real
no hubiera pasado
Y no lo ha hecho
y ella es una esfinge
que posee los tiempos del mundo
en el desierto de su tiempo
Ella
sabe dónde mueren las moscas
puede ver fantasmas
en las partículas del aire
percibir sombras
en un rayo de sol
Ella oye
la música de las esferas
los sonidos que transmiten
los cables
en las casas
y también el zumbido
del universo
en el espacio interestelar
pero siempre
prefiere los rincones hogareños
y el ronroneo de la estufa
lunes, 12 de enero de 2009
Confesion
Confesión
De Charles Bukowski
Esperando la muerte
Como un gato
Que va a saltar sobre
La cama
Me da tanta pena
Mi mujer
Ella verá este
Cuerpo
Blanco
Rígido
Lo zarandeará una vez y luego
Quizás
Otra:
!Hank!
Hank no
Responderá.
No es mi muerte lo que
Me preocupa, es mi mujer
Que se quedará con este
Montón de
Nada.
Quiero que
Sepa
Sin embargo
Que todas las noches
Que he dormido a su lado
Incluso las discusiones
Más inútiles
Siempre fueron
Algo espléndido
Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:
Te amo.
De Charles Bukowski
Esperando la muerte
Como un gato
Que va a saltar sobre
La cama
Me da tanta pena
Mi mujer
Ella verá este
Cuerpo
Blanco
Rígido
Lo zarandeará una vez y luego
Quizás
Otra:
!Hank!
Hank no
Responderá.
No es mi muerte lo que
Me preocupa, es mi mujer
Que se quedará con este
Montón de
Nada.
Quiero que
Sepa
Sin embargo
Que todas las noches
Que he dormido a su lado
Incluso las discusiones
Más inútiles
Siempre fueron
Algo espléndido
Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:
Te amo.
domingo, 4 de enero de 2009
Cancion
Canción
de allen ginsberg
El peso del mundo
es amor Bajo la carga
de la soledad,
bajo la carga
de la insatisfacción
el peso,
el peso que arrastramos
es amor.
¿y quién puede negarlo?
En sueños toca
el cuerpo, en el pensamiento
construye un milagro,
en la imaginación angustias
hasta que nace
en el ser humano —
Observa desde el corazón
ardiente de pureza —
porque la carga de la vida
es amor,
pero acarreamos el peso
fatigosamente,
y hemos por lo tanto de descansar en brazos del amor
finalmente
hemos de descansar en brazos
del amor..
No hay reposo
sin amor, como ningún sueño
sin sueñosde amor —
ya sean locos o helados obsesionados de ángeles
o máquinas, el deseo final
es amor
— puede no ser amargo,
puede no negar, puede no retener
de ser negado:
el peso siempre es demasiado grande
— ha de dar a cambio de nada
como es entregado el pensamiento
en la soledad en toda la excelencia
de su exceso. Los cálidos cuerpos
resplandecen juntos en la oscuridad,
la mano se mueve hasta el centro
de la carne, la piel se estremece de alegría
y el alma acude
gozosa a los ojos —
Sí, sí,
eso es lo que
yo deseaba
lo que siempre deseé, siempre deseé
regresar
al cuerpo
donde nací.
de allen ginsberg
El peso del mundo
es amor Bajo la carga
de la soledad,
bajo la carga
de la insatisfacción
el peso,
el peso que arrastramos
es amor.
¿y quién puede negarlo?
En sueños toca
el cuerpo, en el pensamiento
construye un milagro,
en la imaginación angustias
hasta que nace
en el ser humano —
Observa desde el corazón
ardiente de pureza —
porque la carga de la vida
es amor,
pero acarreamos el peso
fatigosamente,
y hemos por lo tanto de descansar en brazos del amor
finalmente
hemos de descansar en brazos
del amor..
No hay reposo
sin amor, como ningún sueño
sin sueñosde amor —
ya sean locos o helados obsesionados de ángeles
o máquinas, el deseo final
es amor
— puede no ser amargo,
puede no negar, puede no retener
de ser negado:
el peso siempre es demasiado grande
— ha de dar a cambio de nada
como es entregado el pensamiento
en la soledad en toda la excelencia
de su exceso. Los cálidos cuerpos
resplandecen juntos en la oscuridad,
la mano se mueve hasta el centro
de la carne, la piel se estremece de alegría
y el alma acude
gozosa a los ojos —
Sí, sí,
eso es lo que
yo deseaba
lo que siempre deseé, siempre deseé
regresar
al cuerpo
donde nací.
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