Cuando el mundo se reduzca a un solo bosque negro para nuestros cuatro ojos asombrados, — a una playa para dos niños fieles, — a una casa musical para nuestra clara simpatía, — te encontraré.
No quede aquí abajo más que un viejo solo, tranquilo y hermoso, rodeado de «un lujo inaudito», — y abrazo tus rodillas.
Sea yo quien haya cumplido todos tus recuerdos, — ¿quién retrocede? Estamos muy alegres, — ¿quién se cae de ridículo? Cuando somos malísimos, — ¿qué harían con nosotros?
Engalánate, danza, ríe. — Nunca podré tirar el amor por la ventana.
— ¡Compañera mía, mendiga, niña monstruo! Qué poco te importan estas desdichas y estas maniobras, y mis apuros. Apégate a nosotros con tu voz imposible, ¡tu voz!, única aduladora
de esta vil desesperación.
Una mañana encapotada, en julio. Un sabor a ceniza revolotea por el aire; — un olor a madera que suda en el lar, — las flores maceradas — el saqueo de las avenidas — la llovizna de los
canales en los campos — ¿por qué no ya los juguetes y el incienso?
* * *
He tendido cuerdas de campanario en campanario; guirnaldas de ventana en ventana; cadenas de oro de estrella en estrella, y bailo.
* * *
El alto estanque humea de continuo. ¿Qué bruja va a salir por el poniente blanco? ¿Qué violentas frondosidades van a ponerse?
* * *
Mientras los fondos públicos se consumen en fiestas de fraternidad, repica una campana de fuego rosa en las nubes.
* * *
Avivando un agradable sabor a tinta china un polvo negro llueve suavemente sobre mi velada. — Amortiguo las luces de la araña, me tumbo en la cama, y vuelto hacia el lado de la sombra os veo, ¡niñas mías! ¡reinas mías!
* * *
En Iluminaciones
Traducción: Ramón Buenaventura
No hay comentarios:
Publicar un comentario