jueves, 14 de octubre de 2010

Una entrevista de Thurston Moore (Sonic Youth) a Patti Smith








UNA ENTREVISTA DE THURSTON MOORE A PATTI SMITH


¿Cómo hubiera conducido esta entrevista Lester Bangs?
–Lester escribió un artículo muy agradable sobre nosotros hace mucho tiempo, llamado “Stagger Lee era mujer”. Pero luego se nos puso en contra porque sintió que nos habíamos vendido con Radio Ethiopia (el segundo disco del Patti Smith Group, editado en 1976, un año después de Horses). Todo el mundo pensó que nos habíamos vendido. Creyeron que nos habíamos pasado al heavy metal. Y, mientras tanto, el disco vendió treinta mil copias porque nadie quería exhibirlo. Todo porque una de las canciones se llamaba “Pissin’ In The River” (“meando en el río”).
Treinta mil... ¿Eso es bueno o malo?
–Es patético.
¿Vendió más que “Horses”?
–No, fue un desastre.
Era un disco extraño, con esa foto en gris plateado...
–Esa foto la hizo Judy Linn.
Era raro que en ese momento un sello grande publicara un disco así. Parecía muy influido por MC5. Nadie sonaba así en ese momento.
–Recuerdo a Lenny (Kaye, guitarrista del Patti Smith Group) diciendo que una de las canciones estaba influida por “Back to Comm”. Yo nunca había oído hablar de MC5 (el grupo del guitarrista Fred “Sonic” Smith, que en 1980 se casaría con Patti y que murió en 1994, en su Detroit natal). Nadie tenía esos discos en el sur de Nueva Jersey. Fue Lenny quien me hizo descubrirlos. De hecho, Lenny fue quien me presentó a Fred: él estaba frente a una estufa blanca con su saco azul marino, ese que aparece en la canción “Godspeed”: “Caminando con tu saco azul, almirante sollozante”. Ése era Fred.

Me acuerdo de un pequeño artículo en “Creem” sobre una carta de amor que le mandaste a Fred.
–Sí, donde le hablaba de “luz y energía encerradas”. No podía creer que hubieran averiguado eso. Todavía me acuerdo la fecha exacta en que lo conocí: el 9 de marzo de 1976. Hace mucho, mucho tiempo.
¿Cómo están tus hijos?
–Realmente me encanta tenerlos tan cerca. Pueden volverte loca y son una gran responsabilidad, pero es maravilloso prestar atención a sus pequeñas cosas. Es como una película que nunca volverás a ver. La vas siguiendo mientras sucede, y pensás que siempre será igual, y entonces...
Entonces vas a ver la película “Kids”.
–Ja-ja. O uno de tus chicos se convierte en uno de los de Kids.
¿Alguna vez quisiste ser estrella de cine?
–No, pero me moría de ganas de estar en una película de Godard. De hecho, él me pidió que participara en una, pero justo en un momento en que había dejado de tocar con la banda y estaba en un período de contemplación, así que no podía hacerlo. Igual tuve el honor de que me lo pidiera. Y también soñaba con interpretar a Jo en Mujercitas. Me gustaría trabajar en una película, sí. Pero tendría que ser un film honorable, un papel honorable. O tendría que actuar Jeremy Irons.
¿Jeremy Irons?
–Sí, es un capo. Y su esposa, Sinead Cusak, también.
(...)
¿Cuál fue el primer disco que te compraste en tu vida?–El primer simple que tuve fue “Shrimp Boats”, de Harry Belafonte. Después me acuerdo de Patience and Prudence haciendo “The Money Tree”. Y más tarde, cosa que me causa una intensa vergüenza, a Neil Sedaka haciendo “Climb Up”: me encantaba esa canción. El primer álbum que conseguí que mi madre me comprara fue una caja de Madame Butterfly. Amaba esos discos y me pareció fantástico tener uno para mí. Me lo trajo cuando estaba enferma de escarlatina; siempre me compraban discos cuando me enfermaba. La siguiente vez que caí en cama conseguí que me dieran My Favourite Things de John Coltrane; ése fue otro buen disco de enfermedad. Pero del que más me acuerdo es de uno que me trajo mi madre de su trabajo. Era cajera en un drugstore donde había una batea de saldos de discos usados. Y un día que yo estaba enferma me dijo: “Te traje esto, nunca escuché nada del tipo, pero me parece que te va a gustar”. Era Another Side of Bob Dylan. Me enamoré de él al instante. Entre otras cosas porque estaba vivo. Yo amaba a Rimbaud, muchas de mis fantasías adolescentes eran con él. Si tenés quince años y no podés conseguirte el chico que querés, no queda otra que fantasear con él todo el tiempo. ¿Y cuál es la diferencia si es un anciano o un poeta muerto, si de todos modos no vas a tenerlo, y sólo estás proyectando? Al menos, Bob Dylan estaba ahí. Era un alivio fantasear con alguien que estaba vivo.
Aunque te fuera igual de imposible tenerlo.–
Yo amaba a mi Rimbaud cuando era joven, lo tenía para fantasear. Era como mi novio. Quiero decir, de verdad. Pasamos mucho tiempo juntos. Ya sabés, en el Canal de Suez.
¿Alguna vez viste a Coltrane?–Sí, una vez, en Filadelfia. Había dos clubes de jazz pegados, el Pep’s y el Showboat. Pero tenías que ser mayor de dieciocho para poder entrar. Yo andaba con los jazzeros, que eran gente muy cool; algunos ya eran mayores de edad, o al menos lo aparentaban. Y entonces nos enteramos de que Coltrane venía a tocar a Filadelfia... Fue cuando salió My Favourite Things, en el ‘63. Así que me disfracé con ayuda de mis amigos, cosa que no hubiera hecho por nadie excepto por Coltrane. Trataba de parecer mayor, pero básicamente seguía siendo una chica de trenzas y buzo. Así que estuve dentro del local quince minutos, hasta que me pidieron documentos y me echaron. Pero lo vi, durante quince minutos al menos. Creo que hizo “Nature Boy”. Estaba en el paraíso mirándolos tocar a él, a Elvin Jones, a McCoy Tyner... Ni siquiera me molestó que me echaran, porque nunca pensé que iba a poder entrar.
Supongo que en ese momento la cultura joven estaba más cerca del jazz.
–Era una circuito pequeño. Los chicos que eran demasiado jóvenes para los beats y demasiado viejos para los Beatles se metían en el jazz.
(...)
¿Cuándo te encontraste por primera vez con Bob Dylan?–Fue en el backstage del Bitter End, un pequeño local en Nueva York. Todavía no teníamos baterista, éramos sólo nosotros cuatro. Ya teníamos todo el material de Horses. Sabíamos lo que estábamos haciendo, pero todavía no habíamos firmado un contrato.


¿Lo viste entre el público?

–No. Alguien nos dijo que estaba ahí. Mi corazón se puso a latir como loco e instantáneamente me puse rebelde. Fue increíble, todo salió bárbaro en el escenario. Incluso hice un par de referencias ambiguas para demostrar que sabía que él estaba ahí. Después vino al camarín, lo que fue muy gentil de su parte. Yo no paraba de moverme. Alguien dijo que éramos como dos perros de riña rondándose. Me comporté como una pendeja, tenía un nivel altísimo de adrenalina. Él dijo algo así como: “¿Hay algún poeta por aquí?” Y yo le contesté: “No me interesa la poesía. ¡La poesía apesta!”. Realmente actué como una idiota, pensé que el tipo jamás volvería a dirigirme la palabra. A los pocos días, en la tapa del Village Voice, salió una foto que alguien nos había tomado. El fotógrafo había hecho que Dylan me abrazara. Era una foto muy cool para ese tiempo, los dos estábamos de lo más cool. Para mí, era un sueño hecho realidad, pero aun así no podía olvidar que había actuado como una idiota. Hasta que un día, caminando por la calle, cerca del Bottom Line, él se apareció de la nada y me preguntó sobre mi poema “Dylan’s Song”; quería saber de qué trataba. Entonces metió su mano en la campera. Tenía la misma ropa que cuando sacaron la foto, cosa que me encantó. Me gusta eso en un hombre. Y entonces sacó la foto del Village Voice de adentro de su campera y me preguntó: “¿Quiénes son estos dos? ¿Sabés quiénes son?”. Y entonces me sonrió y yo supe que estaba todo bien. Fue realmente muy agradable. Así que... espero que se cuide... eso es lo que le deseo. Una vez fui a ver a Joan Baez, habrá sido en el ‘64, lo que era lo más piola que podía hacer una chica de mi edad, más allá de tratar de meterse en un show de Coltrane. Joan era bastante buena, pero... Tocaba en una carpa y entonces invitó al escenario a este amiguito suyo, que dijo que se llamaba Bobby Dylan. Ésa fue la primera vez que lo escuché. Antes de que mi madre me diera aquel disco. Tenía el pelo más corto. Y su voz era como una moto dentro de un campo de maíz.







¿Sabés que una vez te agarré el tobillo? En un concierto que hiciste en Waterbury, Connecticut. Fue durante los bises, cuando estabas haciendo “My Generation” de los Who. Estabas tan cerca que no me pude resistir. Pero fue como si hubiera ido demasiado lejos, y te solté enseguida.–Ya eras un joven sónico (Sonic Youth).
Cuando nos pusimos ese nombre, la palabra sonic no era tan común como ahora. Podían hablar de “sonic boom”, pero eran términos técnicos. Usado en el rock’n’roll, sólo Fred “Sonic” Smith.–A Fred le encantó lo del nombre de tu banda. Siempre decía: “¡Se lo pusieron por mí!”. Yo le contestaba: “No podés estar seguro”. Pero igual le daba orgullo. Él era Sonic.
Otra vez, en lo de Bleecker Bob, en los ‘70, te vi entrar comiendo pizza y con anteojos de aviador. Bleecker Bob te mostró la tapa de un disco de Ian Dury y vos dijiste: “No escucho discos de gente que no quiero cogerme”.–Ja-ja, ésa era yo.
Y otra vez fui a verte al CBGB, y estaba repleto, y ustedes salieron, y vos tenías pantalones de cuero negro. Estuvieron muy violentos esa noche.–Eso fue porque tenía pantalones nuevos.
Destruyeron la noche. Yo estaba ahí parado, mordiéndome el labio de la impresión. Entonces me miraste y te mordiste el labio, como diciéndome: “Te voy a enseñar cómo morderte el labio, nene”.
–Yo era muy desagradable. Me siento afortunada de ser amable ahora.
Yo no pensé que fueras desagradable.–Pero me burlé de vos.
Esa noche William Burroughs fue a verte.–¡Ahora me acuerdo de esa noche!
Llegó con su entorno y el lugar estaba repleto. Así que la gente del CBGB empezó a sacar a la gente a empujones de sus sillas, gritando: “¡Salgan del paso!”. Yo pensaba: “¿Qué carajo está pasando?”. Entonces vi avanzar al viejo caballero y su entorno. Ocuparon con absoluta parsimonia las mesas que habían desalojado para ellos.
–Me acuerdo. Esa noche me sentí en el paraíso por la presencia de William. ¿Sabés qué me dijo después? “Patti, qué chanteuse notable sos.” Era maravilloso, tan elegante siempre... De lo que me estoy acordando es de que una vez me agarré yo del tobillo de Brian Jones. Habrá sido en el ‘64 o el ‘65. Los Stones tocaban con Patti Labelle & The Bluebelles en el auditorio de una escuela secundaria del sur de Nueva Jersey. El escenario estaba a la altura de mi cintura y habían puesto sillas plegables creyendo que el público se iba a mantener sentado. Habría unas cuatrocientas personas. ¿Sabías que, en esa época, en los auditorios de las escuelas secundarias había banderas? La de la escuela y la de Estados Unidos. Patti Labelle salió primero. Yo nunca había visto a los Rolling Stones; en realidad, estaba más excitada por ver a Patti Labelle. Nadie sabía nada sobre los Rolling Stones. Los únicos músicos que había visto tocando en vivo, además de Joan Baez, eran los artistas de Motown. No había conciertos de “blancos” en el sur de Nueva Jersey. Ibas a un baile escolary te encontrabas con gente haciendo playback. Como Gary Us Bonds, que hacía playback de “Quarter to Three” y se iba. El resto de la noche escuchabas discos y bailabas. Si no, podías ir al aeropuerto, a un lugar llamado The Airport Drive-in, que sólo estaba abierto durante el verano. Pagabas cinco dólares y llegaba el ómnibus de la Motown. En un mismo día podías ver al pequeño Stevie Wonder y a Ben E. King. En el sur de Nueva Jersey tenías que ir al aeropuerto o hacer todo el camino hasta Filadelfia. Había jazz, pero no había conciertos de rock. Y, cuando ibas al aeropuerto, seguramente ibas a escuchar a alguno de los chicos negros. Bueno, aquella noche yo estaba sentada en el auditorio de la escuela y de repente me di cuenta de algo muy extraño: miré a mi alrededor y sólo vi chicas blancas. Nunca había visto algo así en un concierto. Jamás. Y supe que era extraño, porque todo el mundo estaba sentado muy cortésmente escuchando a Patti Labelle. Nadie bailaba ni nada. Entonces salieron los Stones. Yo no estaba preparada para lo que iba a suceder. De repente, todas las chicas empezaron a gritar y corrieron hacia el escenario. Yo estaba en un asiento de primera fila, una de esas sillas plegables. Y no tuve otra opción que abalanzarme yo también, porque la marea me empujó contra el borde del escenario. Nunca había visto algo semejante. Me sentía avergonzada. Ellas actuaban como lunáticas, gritaban. Una chica se dobló el tobillo. Era una especie de histeria colectiva que supongo habían aprendido leyendo sobre lo que hacía la gente que iba a ver a los Beatles o algo así. Eso, o realmente les gustaban los tipos que había sobre el escenario.
Creo que ése debe haber sido el caso.–Pero actuaban de modo vergonzante.
Debe haber estado bueno cuando salieron los Stones.
–Mick Jagger parecía muy nervioso. Yo nunca había visto algo semejante. Primero que nada, los tipos sobre el escenario eran blancos. Ver a esos tipos blanquitos, de pelo largo, sobre el escenario... Se veían muy cool. Realmente cool. El más gracioso era Keith, porque era el más sacado, y el pelo todavía no le tapaba esas orejas enormes, y tenía la cara llena de granos. Pero yo me enamoré de Brian Jones. Estaba sentado sobre el escenario, tocando la cítara. Y las chicas seguían empujándome y empujándome. En un momento sentí que me iba hacia abajo y que iba a quedar atrapada, así que, en mi desesperación, estiré el brazo y manoteé lo primero que se puso a mi alcance. Que era el tobillo de Brian Jones. Miré para arriba y él seguía tocando con mi mano en su tobillo, como si nada. No lo había hecho para atraerlo hacia mí sino para salvarme. Entonces él me miró. Yo lo miré. Y él me sonrió. Simplemente me sonrió. Ésa es mi historia con Brian Jones. Ahora me voy a dormir.

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