lunes, 5 de mayo de 2014

Poesía (del) futuro

Tres autores para pensar el futuro de la poesía en la última entrega de la serie curada por la poeta, docente e investigadora Cecilia Eraso, co directora del Proyecto Latinoamericano de Unión Poética.


También la poesía del futuro es la que pregunta por el futuro de la poesía. La literatura como la conocemos, a causa de que está compuesta con materiales histórico-sociales y circula en sociedad, está destinada a cambiar continuamente de forma. La radicalidad de la ruptura  vanguardista significó que hay reinventar la poesía cada vez.  Como las prosas poéticas de Lautreamont –y después los surrealistas–, los poemas espaciales mallarmeanos, los vocales o visuales Dadá y futuristas, como la verbivocovisualidad concretista o el letrismo o la poesía objetual, hoy las video poesías, la poesía electrónica, digital o interactiva nombran un corpus heterogéneo en que cada obra pone en cuestión la idea misma de lo literario que hemos heredado.

Frente al desconcierto que buena parte de estas propuestas suele producir en quienes estamos allí como receptores, muchas veces tomamos rápidamente esa irreverencia frente al género como parodia: quizás lo sea, a veces, pero no siempre y no tan solo eso. Estos poemas (el sentido del término es bien amplio) desplazan al autor como único sujeto creador y realizador de la obra –muchas veces hay autoría colectiva en las poéticas tecnológicas o los poemas interactivos, como proponían algunas vanguardias–; fin de la hegemonía de la palabra escrita con carga simbólica por sobre su carga icónica o indiciaria y utopía de un nuevo lenguaje artístico interdisciplinario: esa es la poesía futura que estas poéticas perfilan. En nuestro país, los poetas afiliados a esta tradición reconocen en los experimentos visuales de Xul Solar, toda la obra de Girondo y la figura de Edgardo Antonio Vigo a sus precursores.



El “Poema con métrica aritmética” (en Revista XUL, Nº 7, Junio de 1985) de Roberto Cignoni (1953) –coeditor de la revista XUL y cofundador en 1989 del grupo Paralengua, que buscó una alternativa a la tradición técnica del soporte libro y una ampliación de lo poético a otros campos– está compuesto sobre la matriz visual del lenguaje matemático. Es un poema trabajado artísticamente a partir de ese imaginario: la sintaxis aritmética aparece vinculada a la poética y los versos se van armando visualmente como el teorema pero también lógicamente como él. El aforismo final sobre el dinero se nos presenta como “necesaria”, resultado de esta especie de “máquina matemática” imaginaria del poema.
Héctor Píccoli, poeta santafecino nacido en 1951, viene trabajando desde el 2002 en una obra ciberpoética en progresión llamada Fractales: el poeta se vale de un software especialmente programado con el que los lectores podemos participar interactivamente tanto en la lectura como en la composición del poema. El “Cibersoneto generativo” ofrece una estructura de versos fija (soneto) a completar con contenidos propios, la “Combinatoria estrófica” nos propone armar un poema como un puzzle y la “Lluvia sinfónica” es un poema visual interactivo.
Estas herramientas compositivas, contrariamente a lo que se podría esperar, no están puestas al servicio de difuminar los límites de lo poético en otros lenguajes como el audiovisual sino justo lo contrario. Como lo dice en su “Manifiesto fractal” el propio Píccoli, frente al avance de la prosificación de la poesía y de su exclusiva visualidad (un rasgo de la cultura predominantemente visual de internet, dice) que sacrifica la musicalidad poética,  la herramienta informática ofrece una opción valiosa para re-ordenar la práctica poética: así los poemas compuestos son a su vez ejercicios de ritmo, métrica, etc. El software permite crear y a la vez enseña a adquirir una habilidad poética. Dice para concluir: “No somos cultores ciegos de ‘la máquina’…  pero negamos la falsa oposición hombre / máquina y despreciamos la ciencia-ficción que pregona la novela ominosa de su supuesto antagonismo”.  La poesía del futuro, para Píccoli, primero debe restaurar algunas funciones perdidas y recién entonces plantearse un porvenir posible que no sea su disolución en otros lenguajes.
Los poemas visuales de Sebastián Bianchi (1966), en cambio, son remixes de las tradiciones visuales que nombramos (dadá, concretismo, arte pop, arte correo): retoman una constante en estas poéticas que es el preguntarse por la sociedad de consumo, el rol que los lenguajes de los medios masivos de comunicación tienen en ella y el lugar de la poesía en ese contexto. Los poemas ponen en evidencia los mecanismos del funcionamiento discursivo en nuestra sociedad actual. Algunos imitan manuales de instrucción que ironizan sobre situaciones sociales, otros recuperan la iconografía del cómic o el imaginario de la propaganda de la ex Unión Soviética para hacer una crítica del “hágalo usted mismo”. Sus collages son una poesía irónica y autorreferencial, que señala hacia el mundo y hacia el lenguaje doblemente. Poco importa si esto es o no “poesía”.

Su “Lalamatic” es un poema animado donde el texto escrito aparece ilegible, borroso. Este poema es el proyecto de una máquina, podemos aventurar, que actuaría con el lenguaje presimbólico de los bebés. Distopía de la comunicación que se vuelve imposible pero paradójicamente posibilidad de la poesía que, para Kristeva, radica en que puede aventurarse hacia los límites de lo verbal como es la polisemia propia de lo visual.

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