martes, 26 de junio de 2012
Entrevista: Claude Chabrol
Entrevista realizada meses antes de su sensible fallecimiento.
Claude Chabrol celebró sus primeros 80 años el viernes 24. Y, a la vez, sus 68 en el cine: a los doce años debutó como proyectorista. Su filmografía también está plagada de fuertes números: dirigió tres cortometrajes y ochenta largos (de los cuales, 23 fueron para televisión) y trabajó en 37 como actor. Tuvo tiempo para escribir otros cuatro guiones, además de colaborar en los de casi todos sus filmes; seis ensayos sobre cine, una novela y dos cuentos.
Pero su vida y sus películas tienen tal relación con su amor por la buena cocina que la editorial Larousse acaba de publicar un libro que incluye un menú de los platos importantes de 25 de sus filmes, con las correspondientes recetas.
Ese Chabrol se met à table (Chabrol se sienta a la mesa) receta el hachís parmentier de Landrú, la tarta de tomates de French Connection y la de manzanas de Madame Bovary, los mejillones a la marinera de La ceremonia.
Faltan los lenguados de la señora Henriette o, últimamente, algún manjar de Catherine Martin, más o menos fija desde Madame Bovary, titulares de dos de sus servicios de catering preferidos, capaces de servir platos de gran restaurante, a medio día, para no menos de setenta personas.
De hecho, es leyenda que Chabrol escoge el escenario de sus filmes según los grandes restaurantes que se encuentran próximos al lugar de rodaje.
“Tras el día de trabajo, un buen restaurante es una bendición”, confirma. Ese detalle (“mis personajes comen porque se trata de algo que todo el mundo hace por lo menos dos veces por día”, comenta), sumado a su sentido del humor y a ese raro equilibrio de su filmografía entre un símbolo de la Nouvelle Vague (como su opera prima, “Le beau Serge”), y la buena taquilla de la mayor parte de su producción, le han convertido en rara avis: un personaje célebre cuya fama no molesta.
Nadie habla mal de Chabrol, quien, sin embargo, tiene la ironía siempre dispuesta. Así, una pregunta sobre los platos que detesta le permite decir que sólo busca razones para lo que le gusta; “lo contrario sería como deber explicar por qué ‘Morte a Venecia’ me parece ridícula”.
O cuando señala por qué cree que le aprecian. “Tras la muerte de Eric Rohmer, sólo Jacques Rivette es mayor que yo entre los cineastas franceses. Hasta la prensa me respeta. Actualmente puedo rodar donde quiera, siempre que no cueste muy caro. Pero si me soportan es porque mi éxito siempre fue moderado”.
Otra característica de su dilatada carrera es que casi toda su filmografía tiene por marco a la burguesía provincial francesa. ¿Por qué? “Soy un burgués; es el mundo que mejor conozco. Además, la burguesía es el único grupo que se jacta de ser una clase y, en Francia, el pensamiento burgués, fundado en las apariencias, ha resistido a todos los cambios sociales y políticos”.
Si Rainer Werner Fassbinder elogió el cine de Chabrol porque “observa a los hombres como a insectos en una probeta”, él matiza: “Me interesa el ser humano, pero también ese instante en el que un hombre, frente a una sociedad que no le corresponde, se transforma en animal”.
Chabrol repite técnicos en varias películas y, lo más visible, con actores como Isabelle Huppert, Michel Bouquet o Stéphane Audran, que fue incluso su esposa, pues estuvo casado con ella desde 1964 hasta 1980 y es la madre de su hijo, Thomas.
“Familia, pero burguesa -corrige el realizador-, en un sentido utilitario. Como el sobrino que aprecia al tío Augusto, pero se preocupa por saber si lo ha incluido en su testamento. A veces repito con actores que nunca serán mis amigos, pero cuyo talento respeto”.
También aprecia los personajes un poco tontos porque “la estupidez es mil veces más fascinante que la inteligencia; la inteligencia tiene límites, mientras que la imbecilidad puede ser infinita”. En fin, Claude Chabrol festejó estos 80 años “con una buena comida y el punto final a un nuevo guión, que firmo con mi hija”.
Por Oscar Caballero
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