En los últimos años, Daniel Barenboim y la Argentina parecen haber iniciado un tácito proceso de recuperación recíproca. El músico ha cerrado su prolongada ausencia del país en el que nació en 1942 con lo que se espera sea un ciclo regular de visitas, y el público argentino se muestra cada vez más cerca del pensamiento que guía los actos de Barenboim: la música no es una mera especialización ni un pasatiempo para cierta elite, sino una vía de expresión y de conocimiento de la condición humana.
Más allá de las ovaciones que se oyeron durante dos noches en el Teatro Colón, donde Barenboim, invitado por el Mozarteum Argentino, se presentó por primera vez en el país al frente de la West-Eastern Divan Orchestra -creada por el músico con el escritor Edward Said, e integrada por jóvenes israelíes y de los países árabes-, dio testimonio de esa renovada relación de Barenboim con su gente el público entusiasta, efusivo y en muchos casos inexperto que colmó las instalaciones del Gran Rex para escuchar al propio Barenboim y a sus músicos en un concierto de cámara, como si de un ídolo de los ritmos populares se tratara.
Se sabe que no es fácil encontrar un renglón libre en la agotadora agenda de Barenboim. A favor del aspirante a obtener algunos minutos de audiencia obran, sin embargo, la amabilidad, la energía y la concentración excepcionales del músico, capaz de sostener una reunión de trabajo sobre temas delicados en el cuarto de hora que dura el intervalo de su concierto, o de conceder una entrevista en el tiempo que le toma trasladarse desde el hotel donde se aloja hasta el aeropuerto de Ezeiza.
A bordo del auto que acelera en la autopista para que el maestro no pierda el avión que lo llevará a Londres -siguiente escala de su gira con la joven orquesta-, Barenboim dialogó con LA NACION sobre dos de los temas que más lo apasionan: cómo encontrar una solución al conflicto palestino-israelí y el papel que en ello puede representar el verdadero sentido de la música.
- En estos días Israel comenzará a retirar sus asentamientos de la Franja Gaza. ¿Cree que eso es un avance en el proceso de paz con el pueblo palestino?
No hay que hacerse ilusiones. El proceso de paz hoy en día no existe porque para que exista hay ciertas situaciones que tienen que estar claras. Lo primero que hay que preguntarse es si existe solución militar para este conflicto, o no. Si la respuesta es sí, entonces la retirada de Gaza es una maniobra. Pero si no existe solución militar, ¿por qué sigue habiendo asentamientos y territorios ocupados durante tantos años? Por otra parte, en un proceso de paz tiene que haber igualdad. Mucha gente de la región -tanto israelíes como palestinos- no ha entendido que ambos pueblos tienen una relación muy especial con ese pedazo de tierra que se llama Palestina o Israel, basada en la historia, en la religión, en la filosofía y, por lo tanto, tienen que aprender a compartir. Pero no se aprende a compartir con gestos unilaterales. Naturalmente que la salida de Gaza es buena pero, ¿en qué condiciones se hace? No hay un verdadero partner ahí, y me temo que esto se trate sólo de la retirada de Gaza y las cosas terminen en ese punto. Pero allí no pueden quedar. Con lo que tenemos que terminar es con una ocupación que ya lleva treinta y ocho años. Esta situación no sólo es lo peor que les puede pasar a los palestinos, sino que perjudica toda idea de futuro del estado de Israel.
- ¿Por qué?
Porque, lo he dicho muchas veces, ningún pueblo tiene el derecho de ocupar a otro, y menos nosotros, el pueblo judío, por la historia que tenemos. Existe una racionalidad del relato palestino que dice, simplemente: durante quinientos años, judíos, musulmanes y cristianos vivimos juntos, más o menos bien, bajo el imperio otomano. Después pasamos treinta y pico de años con los ingleses. ¿Por qué, cuando nos deshicimos de toda esa gente, una parte de esa población -los judíos- sintió la necesidad de pedir y obtener un Estado sólo para ella? Claro que hay respuestas para esa pregunta, pero existe una racionalidad en ese cuestionamiento que los israelíes no quieren ver.
- La West-Eastern Divan Orchestra parece un espacio apropiado para ese necesario intercambio de relatos al que usted se refiere.
Por eso este proyecto es tan extraordinario y funciona bien. No porque sea "para la paz", como dice la gente. Nada de eso. En esta orquesta hay muchos chicos que no están de acuerdo con los demás, pero tienen un foro donde pueden expresarse, donde pueden aprender a conocer el relato del otro. No hace falta que todos estemos de acuerdo, no se trata de eso. Este no es un proyecto de paz sino de entendimiento, que trata de ver el conflicto de Medio Oriente no sólo desde el punto de vista militar y político, sino desde el punto de vista social.
- Que los últimos atentados terroristas en Europa hayan relegado en el interés de la opinión pública el problema de Medio Oriente, ¿dificulta una posibilidad de encontrar solución al conflicto?
El problema es más complejo. En enero de 2005 hubo por primera vez en Palestina elecciones democráticas. Es muy importante sostener y apoyar la democracia palestina porque los palestinos no podrán llegar al acuerdo con Israel sin democracia. La única forma de neutralizar a los fundamentalistas es encauzarlos en la vida institucional, para que se sientan obligados a dejar las armas. Y eso se puede hacer solamente con la democracia. Entonces, sostener y apoyar la democracia palestina es sostener una posibilidad de democracia en el mundo árabe que es única y será muy contagiosa. Por eso los líderes de otros países árabes tienen miedo de esa democratización, porque no es la democratización exportada por los Estados Unidos, con armas y bombas, sino que es un proceso verdadero, surgido dentro de la propia sociedad. A partir de allí, lo más inteligente sería encontrar la forma de establecer una alianza entre Israel y Palestina. Esa alianza sería la mejor garantía para Occidente. Porque -volviendo a su pregunta- el conflicto entre Israel y Palestina no es lo único que lleva al terror y a toda la violencia que estamos viendo en el mundo, pero es uno de los elementos clave de ese proceso.
- ¿Cree que la sustancia del conflicto que los atentados terroristas expresan es religiosa o, más bien, política y económica?
Hay muchas causas para lo que está ocurriendo, pero creo que uno de los grandes errores de Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, fue que se planteó solamente en parte el problema que le tocaba afrontar. O sea, se preguntó: ¿abrimos las puertas a todos los extranjeros del mundo y perdemos nuestra cultura, o nos cerramos y corremos el riesgo de ser nuevos fascistas? El problema está mal planteado porque, naturalmente, hay que abrir las puertas, pero, número uno: no hay por qué abrir las puertas a todo el mundo; número dos, cuando se abren las puertas, hay que integrar a la sociedad a aquella gente que comienza a llegar. Y eso no se hizo. No se hizo en Alemania con los turcos, no se hizo en Inglaterra con los paquistaníes ni con los hindúes; tampoco en Francia con los musulmanes. Hay comunidades enteras en Europa que no hablan el idioma del país en el que están, y viven en una especie de guetos. No debió haberse permitido que eso ocurriera, fue una falta de visión. Los musulmanes británicos que cometieron el atentado en Londres no se sienten parte de Gran Bretaña; si así fuera, no tendrían esa necesidad de violencia contra todo lo que es de su país. En el extremo opuesto, la Argentina es el mejor ejemplo de integración. Lo he dicho cantidad de veces: aquí no hay problemas en ser polaco, italiano, miembro de la comunidad judía o siriolibanesa y seguir siendo argentino.
- Pero aquí, aquella inmigración fue deseada y estimulada.
Porque gran parte de la inmigración que vino a la Argentina fue económica y no política.
- ¿Cuál es la diferencia?
A principios del siglo XX la gente venía aquí porque consideraba que éste era un país rico y ofrecía oportunidades de progreso económico. Cuando uno va a un país con la idea de invertir y de quedarse a vivir allí, tiene una actitud distinta hacia ese país de la que puede tener cuando llega porque se está escapando y ya no puede permanecer en el lugar donde está. Y la gente que recibe a los inmigrantes también tiene una actitud diferente en cada caso.
- ¿Existe en Europa la sensación de que se reactivó, con nuevos matices, un conflicto premoderno entre musulmanes y cristianos a raíz de los últimos atentados, o esa atmósfera es, más bien, una construcción de los medios de comunicación?
Pienso que no hay una opinión pública unificada sobre ese tema. En España, por ejemplo, me parece que ven el atentado que tuvo lugar en Madrid como un resultado de la política del gobierno anterior hacia Irak; y como esa política cambió, creo que los españoles no se hacen muchas preguntas.
- Londres podría pensar lo mismo.
No sé, recuerde que en Londres los atacantes fueron musulmanes británicos.
- El pensamiento de Spinoza influyó en la formación de su propio pensamiento. Una de las proposiciones de Spinoza sostiene que las ideas inadecuadas y confusas se siguen unas de otras con la misma necesidad con que lo hacen las ideas adecuadas. ¿Estamos, en materia de política internacional, ante una secuencia de ideas inadecuadas?
Sin duda. Buena parte de lo que ocurre en el mundo es un desarrollo lógico de ideas inadecuadas. La idea de Estados Unidos de ir y bombardear Irak, por ejemplo, es una idea inadecuada. A partir de allí, las cosas no pueden ponerse mejor. Por el contrario, no tienen otro camino lógico que ponerse peor y que, en consecuencia, haya más matanzas y más sangre derramada
- Sé que admira el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, desarrollado por el maestro José Antonio Abreu, que permitió integrar socialmente a jóvenes de comunidades pobres.
Me parece extraordinario, porque Abreu realmente entendió en qué consiste el contenido de la música. La música tiene que ver con la condición humana. Y haciendo música con inteligencia, con entusiasmo, con amor y con devoción, se pueden combatir no sólo la droga y el crimen, sino muchos otros males de la sociedad.
Por Verónica Chiaravalli
Fuente: diario "La Nación"
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