Un hombre está leyendo tranquilamente en su escritorio. Son alrededor de las once de la noche. Ante él, un grueso libro abierto.
En ese momento comienza a oírse de fondo una música sobrenatural.
Oímos, lejano, el canto de un gallo. Como un eco, se oye el mismo
canto más cerca, pero con la banda sonora pasada al revés. Arde el fuego
en la chimenea. Se oyen extraños ruidos. Uno de ellos despierta la
atención y las temerosas sospechas del hombre: es como si una mano
hubiera roto brutalmente las cuerdas de algún instrumento musical.
Son las once de la noche. Oímos el carillón de la torre de la iglesia
desgranando las horas y, como reverberación de un eco, el mismo carillón,
pero con el sonido al revés.
El hombre mira a su derecha. Ve el cordón del timbre de su habitación
oscilar como movido por una mano. Decididamente alarmado, mira
con miedo a su alrededor.
"Click, click, click". (Sonido que recuerda el producido por el dedo medio al chasquear
contra la base del pulgar).
"Click, click, click".
Un libro cae del anaquel. Se desmoronan los troncos en la chimenea.
El hombre seca el sudor de su frente con un gran pañuelo, que coloca
ante él, en la mesa, nerviosamente.
"Click, click, click".
Esta vez el ruido llega desde la mesa, cerca del pañuelo. El hombre está
muy asustado.
Ve como el pañuelo se mueve lentamente. Sus pliegues se mueven como
los pétalos de una flor carnívora. (Esta toma y las siguientes con el
pañuelo y la mano, al ralentí).
Súbitamente, la más inesperada y horrible cara aparece entre los pliegues
del pañuelo, que envuelve el extraño rostro como un sudario.
El rostro no tiene frente, y entre los dos minúsculos e inhumanos
ojos negros una nariz afilada y fofa sobresale encima de una boca sin
dientes y solamente dotada de mandíbula inferior. Este rostro se convierte
lenta e inesperadamente en una mano que empieza a deslizarse
hacia el aterrorizado personaje.
(Esta cara está formada por una mano cuyo dedo medio corazón hace
de nariz, formando el pulgar la mandíbula inferior. Los ojos son dos
puntos negros como dos perdigones.)
El hombre se levanta y retrocede, mientras la mano continúa deslizándose.
(En todo momento ha de verse la mano deslizarse y no caminar,
porque entonces podría ser asociada de inmediato con la representación
de una rata común).
Cuando la mano alcanza el borde de la mesa, cae al suelo de plano,
produciendo un ruido similar al de una palma abierta al golpear un montón
de masa.
La mano permanece un momento inerte, atontada sobre el suelo.
El hombre empieza a reaccionar. Su miedo va trocándose en rabia,
pero aún retrocede cuando la mano inicia de nuevo su avance. El hombre
se rehace y rebusca en sus bolsillos como si intentase encontrar un
arma. No tiene nada. Mira en torno suyo buscando algo con que aniquilar
a su obstinado enemigo.
Cerca de él ve una pequeña estatua de bronce sobre un pesado podio
de mármol. Rápidamente, aparta la estatua, levanta el podio en sus
brazos con fuerza y lo deja caer con furiosa decisión sobre la atosigante
mano. Queda casi destrozada. Dos o tres dedos sobresalen de la base del
podio. Los ojos del hombre se abren sorprendidos.
El podio se desliza en dirección suya. La mano carga con él como
un caracol su concha.
Aparta el podio a puntapiés a toda prisa e inclinándose coge la mano
por el dedo corazón. Los otros dedos cuelgan lastimosamente, fofos
e inarticulados como un guante.
El hombre se dirige a la ventana, la abre y arroja fuera la mano, pero
apenas ha conseguido desembarazarse de ella cuando la mano regresa
como empujada por un viento imaginario y se estrella contra su cara
con la palma abierta, repitiendo el característico ruido de una mano que
golpea la masa.
El hombre agarra otra vez la mano y la tira por la ventana, cerrándola
de inmediato. Esta vez está seguro de haberse librado de ella.
Aún jadeante regresa hacia su escritorio, cuando de pronto su rostro
se contrae con repulsión y horror. Con las manos en su pecho y los ojos
desorbitados ve cómo los dedos de la mano salen lentamente de su camisa
medio abierta y la mano emerge de su propio pecho.
Loco de rabia, coge con decisión el órgano mutilado y lo sujeta furiosamente
con su mano izquierda mientras empuña una daga con la derecha.
Se dirige a la mesa y coloca la mano muerta sobre ella.
Las dos manos izquierdas, la viva y la muerta. El espectador desconoce
cuál de las dos manos es la muerta.
Primer plano del hombre con el rostro enfurecido y alzando la mano
derecha, en la que empuña la daga, mientras dirige una mirada de
odio a las manos situadas sobre la mesa. Baja la daga. Hace descender el
puñal.
Primer plano de las dos manos izquierdas. El puñal atraviesa una de
ellas. Alarido de dolor. Una de las manos ha quedado clavada contra la,
mesa por la daga. La otra comienza a deslizarse. El hombre ha atravesado
su propia mano.
Con decisión, extrae la daga y detiene la mano deslizante con un
simple golpe de puñal, clavando por fin la mano muerta sobre la mesa.
Luis Buñuel
5642 Fountain Avenue,
Hollywood (28), California
Luis Buñuel, Obra literaria
Introducción y notas de Agustín Sánchez Vidal
Zaragoza, Editorial Heraldo de Aragón, 1982
Foto: Buñuel en marzo 1954 Photo by RDA – © 2006
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