Linda King y Charles Bukowski.
Sí, asegura, ella fue quien enseñó a Charles Bukowski a dar sexo oral.
Linda King todavía recuerda la conversación; Bukowski le dijo que nunca lo había hecho porque nadie se lo había pedido. Ella no lo podía creer.
“Yo espero que un hombre me haga lo que le gustaría que le hicieran a él”, comenta la escultora de 73 años.
Estoy al teléfono con King, que estuvo saliendo de forma intermitente con el famoso poeta durante varios años en la década de 1970. Quiero saber si el hombre que se hizo famoso por escribir una prosa minimalista sobre borracheras y acostarse con mujeres era tan bueno en eso como su obra sugería.
“Uy, sí”, dice. “Era bueno. Muy bueno. Excepto cuando bebía.”
Pero ¿no bebía todo el tiempo?
“No, no siempre iba borracho. Una vez lo dejó durante dos meses. Fue fantástico. Lo malo es que volvió a beber.”
Bukowski no era la clase de tío que uno definiría como ambicioso. Al fin y al cabo, su obra literaria se basa en una vida de resacas, apuestas perdidas en las carreras de caballos y sexo sin condón con cientos de mujeres, entre varias otras decisiones equivocadas. No le gustaba cortarse el pelo ni la barba y, durante décadas, tuvo trabajos de baja categoría.
En una ocasión, el crítico cinematográfico Roger Ebert resumió así a Bukowski: “Un millón de tipos empiezan a emborracharse e intentan convertirse en grandes escritores y uno de ellos lo consigue. Seguramente, ahora hay un millón más de tipos que se están emborrachando mientras se preguntan cómo lo consiguió Bukowski. Él no es un superviviente. Es una aberración estadística.”
Su perfil no era el del típico trabajador motivado y ambicioso. Pero según Linda King, Bukowski sí que tenía ambiciones. Lo recuerda escribiendo casi todas las noches. “Creo que nadie sabe lo mucho que trabajó”, asegura. “Solía decir que era el mejor escritor de la historia. No tenía ningún escrúpulo en contarle a la gente lo buen escritor que era; él era así.”
Ayer se cumplieron 20 años —9 de marzo de 1994— de la muerte del hombre que los desafectos consideran hoy un poeta laureado. Algunos expertos han denominado su estilo como realismo sucio, lo que no deja de ser otra manera de decir que su obra estaba marcada por el minimalismo y por escenas de la vida de la clase obrera. A pesar de ser un hombre con la cara llena de marcas de viruela, panza chelera y el pelo grasiento, consiguió acostarse con una infinidad de mujeres. Su activa vida sexual está reflejada en su obra de forma salvaje y detallada: las formas de las vaginas, las descripciones de los cunnilingus, las posturas, las masturbaciones, incluso los movimientos intestinales previos o posteriores al sexo. Hubiera o no eyaculado.
Se le ha tachado de misógino: en algunos casos, Henry Chinaski, protagonista de varios de sus libros y una especie de alter ego de Bukowski, viola a mujeres sin mayores consecuencias. Para los partidarios del poeta, no obstante, el tema de la misoginia es un tanto extraño. King, por ejemplo, niega que Bukowski fuera misógino, momentos después de recordar una ocasión en que le golpeó la cara, dejándola con un moretón. Volvían de ver una pelea de box, estaban discutiendo —como era habitual— y él estaba muy borracho, según me cuenta King. Al día siguiente él no recordaba nada. Ella asegura que fue la única vez que le ha pegado. Pero cuando le pregunto si Bukowski odiaba a las mujeres, ella insiste:
“No”.
John Martin, editor de los textos de Bukowski durante 40 años, reconoce que su obra podría interpretarse como misógina y acto seguido agrega, “personalmente, sentía un sano respeto por las mujeres”. A continuación me da una explicación muy sorprendente y que derrumba por completo el mito alrededor de Bukowski: el hombre que arremetía contra la falsedad del mundo y que era admirado por muchos por su inquebrantable sinceridad, aparentemente era un petulante.
Durante la década de 1970, cuando Bukowski gozaba de más éxito, las descripciones de comportamientos misóginos en su obra “empezaron a ser más por apariencia que una verdadera convicción. Cuando dices algo y, de repente, la gente empieza a hablar de ti por eso que has dicho, te sientes tentado a seguir diciéndolo”, dice Martin.
Bukowski y su busto.
El comportamiento y la obra de Bukowski le dieron fama y dinero. Matt Dillon y Mickey Rourke llevaron a su alter ego, Chinasky, a la gran pantalla. Muchas bandas de rock lo han mencionado en sus temas. Hay bares en ambas costas de los EU que llevan su nombre. Veinte años después de su muerte, Bukowski sigue instalado en su estatus de héroe de culto. A la gente le sigue atrayendo, dice David Calonne —profesor de literatura de la universidad de Eastern Michigan que ha escrito un libro sobre Bukowski—, porque escribe sobre el amor y el sexo de una forma que se perciben como humorística y trágica.
“Realmente no retrata personajes”, dice Calonne. “Dibuja pedazos, trozos de personas que simplemente viven la vida. No son individuos completos y luchadores en un viaje hacia la realización. Son personajes fracturados”.
Una de sus obras plagada de personajes fracturados es Mujeres. Martin me cuenta que los detalles del libro reflejan de forma precisa el estilo de vida de Bukowski en la época en que lo escribió. El protagonista es Chinaski, el avatar de Bukowski, cuya novia principal durante la mayor parte del libro es Lydia Vance. El personaje de Vance, inestable e irracional, está basado en Linda King.
King conoció a Bukowski cuando estaba esculpiendo rostros de poetas, y la gente le dijo que él era el mejor poeta de Los Ángeles. Ella le pidió si podía hacerle un busto, a lo que Bukowski accedió. A partir de entonces, comenzaron a verse. Me intereso por los detalles de la relación que aparecen en el libro.
Martin me había advertido que tomara con pinzas todo lo que me contara King. Al fin y al cabo, King podría haberse casado con Bukowski, pero acabó casándose con otra mujer llamada Linda.
“Habría acabado casada con un millonario”, dice Martin. “No llegó a ocurrir, por lo que, naturalmente, hay ciertos celos y resentimiento por su parte.”
Aun así, es la única persona que puede confirmar todos los detalles de la relación.
Sí, me cuenta ella, cambiaron el busto que ella le esculpió cuando terminaron y cuando volvieron, tal como aparece en el libro. Sí, ella le reventaba los granos de todo el cuerpo, como cuenta Bukowski en Mujeres. “Era un rollo un poco sexual, lo de recorrer todo su cuerpo y esas cosas”.
Me confirma que una vez intentó atropellarlo con el coche. También tiró una botella de cerveza por la ventana de su casa. Él lo consideraba un coqueteo. “Siempre pensé que le faltaba seguridad. Si hubiera sido un hombre realmente guapo y tuviera mucho éxito con las mujeres, no creo que hubiese pensado eso. Sí es cierto que había cierto coqueteo, pero no llevado al extremo que el imaginaba”.
No, asegura, no necesitaba practicar sexo cinco veces a la semana. “Eso es una exageración”.
A King no le entusiasma demasiado la descripción que Bukowski hace de ella en el libro, asegurando que el poeta minimizó sus sentimientos hacia ella en la novela. Según cuenta, Bukowski estaba enfadado con ella cuando la escribió. “Era como si hubiera querido destrozarme ante todo el mundo, y lo hizo”, explica.
Han pasado 36 años desde que la relación de King y Bukowski se pusiera de manifiesto en Mujeres. En los veinte años que han seguido a la muerte del poeta, su obra se ha desmenuzado hasta la saciedad, y parece que ya no queda mucho por decir. Por eso le pido a King que me cuenta algo de Bukowski que me sorprenda.
“Una vez le comenté que llevaba puesta una camisa nueva y se ruborizó”, explica. “Poca gente pensaría que Bukowski pudiera ruborizarse.”
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