Si por un punto fuera de una recta trazamos una paralela a ella obtendremos una soleada tarde de otoño.
En efecto:
El cielo todo ojos azules refleja el sueño sin peces de los estanques y estos a su vez bañan tibiamente la pereza de la tarde.
Los árboles ciegos pasan en lenta procesión y en sus más altas ramas pía oro alguna hoja rezagada.
Las calles en masa quieren salirse a pasear al campo pero tan lentamente que pronto los viandantes se las dejan atrás todas estremecidas al sol.
Campos amarillentos trepan por colinas y alcores y allí se tienden, con las piernas abiertas, en espera de la noche. Solo unos chopos siempre inquietos, telegrafían un "Morse" de hojas.
Acompasado respirar de la tarde y todas las cosas batiendo a su ritmo. Yo, traigo en la palma de la mano mi bastón sin hojas. Un seno duerme runruneando al sol.
Todas las ventanas tienen pestañas como mujeres.
La torre de la iglesia, como un índice, señala la última nubecilla blanca.
Después de un bordoneo un silencio y luego pasa Cristo vendiendo voces.
Las golondrinas besan el pico de las siete.
Una descarga cerrada de veletas por el aire.
Los orejas de aquel mulo -él no se apercibe— reabsorben la tarde. Se extingue la luz en mis solapas.
Es la hora en que comienza el solitario parto de las farolas.
Alguien da media vuelta al interruptor de las estrellas.
Que es lo que no nos habíamos propuesto demostrar.
Nota de la edición
Inédito. Escrito en 1925.
Texto en el que la greguería está considerablemente corregida por el tono ultraísta.
La gama postmodernista -juanramoniana, si se quiere- de la paleta empleada
queda corregida por lo irónico de la demostración matemática que enmarca la
viñeta y lo depurado de la técnica metafórica, muy cercana al creacionismo. Vagamente
lorquiano suena ese "sueño sin peces de los estanques".
En puridad, Buñuel, con su habitual, sutil y socarrona franqueza no ha hecho
sino tomar un atajo, observando al pie de la letra y con todas sus consecuencias el
concepto de metáfora preciado por Guillermo de Torre, que la consideraba "un teorema
en el que se salta, sin intermediario, desde la hipóstesis a la conclusión"("La
imagen y la metáfora en la novísima lírica", Alfar, n. 45, dic. 1924, p. 21), lo que
resulta muy ultraísta, porque, como recordaba el propio De Torre en Literaturas
europeas de vanguardia (Madrid, 1925, p. 127), métafora significaba 'llevar más
allá", crear ultra objetos. Y citaba a Jean Epstein, tan relacionado con Buñuel, quien
proponía el empleo de una metáfora activa, que no describiera una correspondencia
estática entre dos objetos inmóviles, sino en movimeinto. Que es lo que, con un irónico
exceso, lleva a cabo Buñuel al ampliar hasta la hipertrofia el plano intermedio
de la imagen Epstein había expuesto estas opiniones en La poésie d'aujourd'hui,
París, 1921 en su etapa literaria. Que Buñuel ya conocía tales propuestas no sólo
es lícito deducirlo de sus contactos con los ultraístas, sino que puede documentarse
perfectamente. Al explicar cómo había entrado en relación con Epstein, se ha referido
a la lectura de sus escritos en España: "Entonces Jean Epstein escribía en una
revista que se llamaba L'Esprit Nouveau, que en España recibían los ultraístas"
252.(Entrevista con J. De la Colina y T. Pérez Turrent, Contracampo, n 16, oct.-nov.
1980, p. 32).
Buñuel volvería a emplear este procedimiento en otros momentos, por ejemplo
en el acto IV de Hamlet: "Niño =Niña, luego os digo que Hombre es lo que queríamos
demostrar". Al fondo de todo hay una vaga referencia a las matemáticas no euclidianas
en jerga futurista: "Para acentuar ciertos movimientos e indicar sus direcciones
se emplearán signos matemáticos ", decía el Manifiesto técnico de la literatura
futurista en su punto 6.
En Luis Buñuel, Obra literaria
Introducción y notas Agustín Sánchez Vidal
Zaragoza, 1982
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