sábado, 13 de abril de 2013

Franz Kafka - Dos clases de verdades






4 de febrero. Largo tiempo en cama, insomne, tomo conciencia de la lucha.
En un mundo de mentira, la mentira no es expulsada del mundo ni siquiera por medio de su opuesto, pero sí por medio de un mundo de verdad.
El dolor es el elemento positivo de este mundo, más bien el único vínculo entre este mundo y lo positivo en sí.
5 de febrero. Buena mañana, imposible recordarlo todo.
La destrucción de este mundo sería tarea nuestra sólo si: primero, este mundo fuese malo, es decir, opuesto a nuestro espíritu; segundo, si estuviésemos en condiciones de destruirlo. La primera cosa nos parece precisa, pero la segunda no podemos realizarla. No podemos destruir este mundo porque no lo hemos construido como algo fijo de por sí, sino que nos perdimos dentro. Más aún, este mundo es nuestro extravío, y como tal él es, en sí mismo, una entidad indestructible, o mejor: cualquier cosa se puede destruir con llevarla hasta el fin, sin renuncias, donde cabe advertir, por otra parte, que aun llevarla hasta el fin no puede ser más que consecuencia de la distracción, pero siempre en el ámbito del mundo mismo.
Existen, para nosotros, dos clases de verdades, las representadas por el árbol de la ciencia y por el árbol de la vida. La verdad de quien obra y la verdad de quien descansa. En la primera el bien se distingue del mal, la segunda no es más que el bien mismo, e ignora tanto el bien como el mal. La primera verdad se nos concede realmente, la segunda podemos intuirla tan sólo. Este es el aspecto triste de la cosa. Pero el alegre es que la primera verdad pertenece al instante fugaz, la segunda a la eternidad, por lo que la primera acaba por extinguirse en el fulgor de la segunda.



En Cuadernos en octava
Traducción: Carmen Gauger

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