Padre del cómic underground y creador del gato Fritz
Si tuviéramos que seleccionar los nombres de cinco artistas indispensables de la historia del cómic, Robert Crumb
(Filadelfia, 1943), indiscutiblemente, estaría entre los elegidos. Es
el mayor representante de la historieta en su vertiente más
independiente, padre del gato Fritz, Mr. Natural, Mr. Snoid
y tantos otros personajes ácidos y entrañables. Rey del tebeo
underground, símbolo de la contracultura americana de finales de los 60,
la obra de Crumb atrae a todo tipo de lectores. «Hay gente que toma mi
trabajo demasiado en serio», suele recalcar. «Y cuanto más en serio me
toman, más dinero gano».
–Ha
recibido un premio a toda su carrera que otorga un festival dedicado a
la literatura y el arte, no al cómic directamente. ¿Cómo lo ve?
–Estoy muy agradecido. Además, viene con una dotación económica, ¿qué más puedo pedir? No soy rico pero no me va nada mal…
–Tras
publicar su última gran obra, «Génesis» (2009), comentó que había
acabado extenuado. Incluso se le pasó por la cabeza dejar de dibujar…
–Seguí dibujando, pero no he vuelto a meterme en un
proyecto tan grande desde entonces. Sigo siendo popular,
afortunadamente, y hay personas que me hacen encargos más sencillos.
–La lió con su traslación del Antiguo Testamento a las viñetas, y eso que no cambió ni una coma del texto original.
–Fui respetuoso, pero algunos creen que la Biblia es
intocable. No busqué la parodia, quise plasmar el texto fielmente. Es
imposible no ofender a aquellos que quieren ser ofendidos.
–Suele comentar que es un tipo espiritual, que no duda de la existencia de Dios, simplemente no sabe quién es…
–Es cierto. Me suelo definir como una persona gnóstica. El
gnóstico tiende a pensar que hay un orden más grande en el universo que
no somos capaces de entender. El gnóstico busca y no cree hasta que lo
encuentra. Todo cobra más sentido y es más beneficioso. Ya no me
preocupa tanto la muerte, es terrible vivir angustiado pensando en ella.
–¿Cómo es su manera de trabajar frente a la hoja en blanco?
–Es imposible de describir. La parte técnica empieza con el
lápiz. Tardo mucho más en dibujar ahora, pero es más espontáneo. Más
lento el proceso, pero menos encorsetado. Creo que mi dibujo ha mejorado
con el tiempo, como siguen mejorando mis capacidades técnicas. Más
exacto, más soltura…
–¿Qué es para usted el underground?
–Meterte en problemas. Significa hacer cosas en contra del
sistema. Es algo que no siempre aprecia la gente, es para una minoría.
Ser políticamente incorrecto suele implicar ser crítico, cuestionar lo
que nos rodea. Ahora nos venden un humor muy descafeinado.
–Es considerado uno de los nombres esenciales de la historia del cómic. ¿Imaginó algo así en sus comienzos?
–Cuando tenía trece años quería ser un dibujante de cómics
profesional, pero pronto asumí que iba a tener que vivir de dibujar
tebeos mainstream. No había alternativas en esa época. A los 18 años me fui convirtiendo en un outsider,
una persona alienada más de la sociedad, y ya no me veía trabajando en
la industria. Empecé a dibujar para el disfrute personal, sin pensar en
el aspecto comercial. A finales de los sesenta, cuando el movimiento hippie y el underground
empezaron, y comenzaron a publicarme dibujos e historietas, mis cómics
llegaron a las personas que seguían esa tendencia, por lo que empecé a
dibujar para esa gente, en tiradas cortas que vendían lo suficiente para
que yo pudiera vivir de ello.
–Trabajaba con libertad...
–¡Total! Dibujaba sin limitación de ningún tipo, nadie me
decía que no podía dibujar algo. Me parecía un milagro. Mis seguidores
nunca fueron tantos… Tampoco me estaba haciendo rico. En los 80 y 90 ya
podía vivir bien, incluso comprarme una casa en el sur de Francia. Y es
cierto que no llego solo al lector habitual de cómics. Esta gente tiende
más a leer historias de superhéroes, pero hay siempre una minoría que
busca cómics más interesantes. Hay cómics menos comerciales que tienen
su nicho, pero nadie se hace rico dibujando ese tipo de cómics. Son
verdaderos entusiastas.
–Se dibuja a sí mismo en muchas de sus historietas. ¿Le resulta una manera ideal para expresarse?
–La mejor manera de expresar las ideas de uno es ser
honesto y directo. A veces no sabes cómo poner tus ideas y tus
expresiones en la boca de otro personaje.
–El humor siempre ha estado presente en su obra. ¿Esencial para que pese menos la vida?
–El humor es muy importante. No podría ser serio en nada de
lo que hago. Incluso si dibujara versiones de textos de Sartre, le
sacaría la sutil ironía que tiene detrás de su obra.
–Es célebre su frase «I’m an outsider. I will always be an outsider». ¿Sigue pensando así?
–Siempre me he considerado un tipo extraño, hay algo en mi
sistema nervioso que lo hace raro. No estoy loco, pero sí ando en el
límite.
–¿Por qué dejó América?
–América está cada vez peor, pero fue más por la
insistencia de mi mujer. Al final la dejé que se saliera con la suya y
acabé despertando en Francia. Me gusta este país. La gente es más
humana.
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